EL PAÍS 20/03/17
ANTONIO NAVALÓN
Vivimos en un mundo sorprendente y sorpresivo. Europa, el continente que alumbró la civilización occidental, repite cíclicamente un patrón de conducta, a pesar de sus enormes costes. Holanda acaba de salir a la calle de manera masiva para participar en unas elecciones históricas, frenando la oleada populista y xenófoba de Geert Wilders. Pero los comicios holandeses han mostrado que Europa está obligada a reconocer que su modelo tiene graves problemas: pérdida de valores, contradicciones morales y ese imperio de burócratas que la gobiernan y que han puesto en peligro el ideal que iluminó el camino europeo desde la Segunda Guerra Mundial.
La extrema derecha, por una parte, los nuevos populismos, por otra, y líderes como Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini y Beppe Grillo en Italia o Pablo Iglesias en España amargan este momento, no sólo por la crisis del Viejo Continente, sino por el movimiento de acción-reacción que se produce en las entrañas de la cultura occidental y que adelanta los más negros presagios. El ISIS, con su destrucción de vidas, patrimonios culturales y esperanzas y el regreso del salvajismo con inventos como el llamado islamofascismo tratan de desgarrar a los musulmanes europeos. Sin embargo, se trata de un pretexto, como los judíos lo fueron para Alemania y antes para Francia y España que, al final, desembocó en el antisemitismo militante de hoy.
· No todo está perdido; Europa podría evitar el déjà vu, pero para lograrlo tiene que sacrificar el dominio alemán, librarse de la dependencia de los burócratas y actualizar su ideario
Europa, tal y como fue soñada, se acabó. Se ha convertido en el templo de unos burócratas que, a consecuencia del dominio y del poderío alemán, dejaron morir el sueño europeo en medio de unos programas de austeridad salvajes que no respetaban el componente multinacional. Ahora, los efectos de la crisis y el hecho de tener que rendir cuentas a Mario Draghi, que tiene que arreglar como banquero público lo que destrozó como banquero privado en Goldman Sachs, crean situaciones como la bancarrota griega y originan unas paradojas que, en la época de las redes sociales, provocan un rechazo generalizado hacia la política, sin distinción. Ya no estamos en los tiempos de la marcha sobre Roma de los camisas negras y tampoco se oye “el mañana nos pertenece” de las juventudes hitlerianas, pero sí estamos en una época en la que Europa ha sido abandonada por Estados Unidos. Por si fuera poco, sufre una implosión y padece la lucha salvaje entre imperios que ha sido una constante de su historia.
En ese contexto, el papel preeminente de Rusia, al menos como foco de conflicto, y la posición de Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, sueña con el Imperio Otomano que controló e instrumentalizó el mundo árabe durante 600 años, son otros factores que precipitan aún más la crisis. ¿Cuánto intervino Moscú en la campaña electoral de Holanda? ¿Cuánto intervendrá en Francia e Italia? Porque, de hacerlo, puede producir una desestabilización como ocurrió en los mismísimos Estados Unidos. No estamos solo ante el final de un modelo económico y social, sino frente a un recordatorio de la historia y el regreso de aquellos cruzados que ahora no entran en Jerusalén, sino que defienden en las calles de Ámsterdam, Roma, París y Berlín la pureza de un sistema que agoniza y que es atacado por los extremistas musulmanes. Resulta evidente para cualquier observador que, pasado este año, se aleja la posibilidad de gobernar desde el centro, aunque está claro que la crisis de la Unión Europea provocará una redefinición del papel individual de cada país que, como mínimo, llevará a un replanteamiento de su pertenencia al club o incluso a la ruptura, como hicieron los británicos.
Sin embargo, no todo está perdido; Europa podría evitar el déjà vu, pero para lograrlo tiene que reconocer y actuar, sacrificando el dominio alemán, librándose de la dependencia de los burócratas y actualizando su ideario político y moral que, entre otros aspectos, tendría que responder a preguntas que ahora no tienen respuesta y que llevan a votar por personajes como Trump o sus epígonos europeos.