El ‘derecho a decidir’ de Podemos agrieta España

EDITORIAL EL MUNDO – 12/06/16

· La euforia se ha instalado en Unidos Podemos, la coalición de izquierdas que lidera Pablo Iglesias, por las buenas previsiones electorales que les auguran las encuestas. Sin embargo, lejos de provocarles un mínimo sentido de la responsabilidad el importante papel político que presumiblemente les corresponderá en el Parlamento que salga de las urnas el 26-J, los dirigentes de Podemos acentúan su perfil más populista y agitan el discurso más insensato político y económico.

Si en la presentación de su programa, días atrás, camuflaban tras el trampantojo de un catálogo de Ikea medidas disparatadas que tendrían un coste mínimo de 60.000 millones más de gasto público y el incumplimiento de los objetivos de déficit pactados con Bruselas –lo que nos situaría directamente en un escenario de bancarrota–, ayer Iglesias y los suyos fueron todo lo más lejos que se puede ir en la locura de prometer que si llegan al Gobierno facilitarán un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

No son cuestiones baladíes. Todo lo contrario. Tanto el propósito de dinamitar las bases de la recuperación económica, cuando España aún está apenas saliendo de la peor crisis en décadas, como –todavía más grave– la irreflexiva defensa de los supuestos «derechos nacionales catalanes» en contra del marco constitucional vigente, son cuestiones muy delicadas. Y, dado que los sondeos apuntan a que Unidos Podemos está en disposición de convertirse en la segunda fuerza política de nuestro país, es innegable que estamos ante un grave problema político.

En el mitin de ayer en Barcelona, Pablo Iglesias volvió a retorcer de forma perversa el lenguaje. «Vamos a respetar vuestro derecho a decidir porque somos demócratas. Queremos que en Cataluña haya un referéndum y que los catalanes y catalanas decidan su futuro», espetó a los congregados. La verdad es justo la contraria. Demócratas son quienes respetan las normas de la democracia; no quienes se las saltan a su conveniencia. Y las reglas, ésas que nos damos y cambiamos –llegado el caso– entre todos –no sólo unos pocos en nombre de los demás–, son muy claras.

Ni en España ni en ningún país democrático del mundo existe tal derecho de autodeterminación en una de sus regiones. Como politólogos que son casi todos los miembros de la cúpula de Podemos, deberían saber que ese derecho sólo está consagrado para territorios en proceso de descolonización, conforme a las convenciones de Naciones Unidas. No es desde luego el caso de Cataluña, que goza de un sistema de libertades democráticas plenas y no es colonia de ningún imperio. E igualmente tramposas resultan las apelaciones a las consultas en lugares como el Quebec canadiense o Escocia, no sólo por las diferencias de calado histórico, sino porque esos procesos siempre han sido reglados desde los parlamentos nacionales. En Cataluña, en cambio, quienes hoy pretenden la independencia aspiran a una ruptura ilegal y unilateral, al margen del marco general español.

Es tan triste como peligroso que, con tal de llenar la cesta de votos en determinadas comunidades autónomas, Podemos contribuya a recrudecer el mayor desafío político que enfrenta hoy nuestro país. Y eso que aspiran nada menos que a gobernar España. Curiosa meta cuando ni siquiera creen en la soberanía nacional y, en cambio, defienden soberanías cuarteadas como las de los antiguos reinos de taifas, tal como dejó claro ayer en el mismo mitin la alcaldesa Ada Colau, quien hizo una encendida defensa a ejercer «la soberanía» por parte de la nación catalana.

Y como muestra de que vivimos en el mundo al revés, casi a la misma hora varios radicales de la CUP –la formación anticapitalista y antisistema que permitió la investidura del president Puigdemont– intentaron ayer boicotear otro mitin en la Ciudad Condal, en este caso de Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Al grito de «¡Independencia!» y lanzando papeletas en las que se insta a «romper España», el grupo de escracheadores violentos demostró una vez más cómo se han radicalizado los intolerantes que pretenden construir una República catalana excluyente, por las vías que sean. Son los mismos totalitarios que no dudan en agredir a jóvenes por llevar camisetas de apoyo a la selección española, como hemos visto estos días.

El drama es que se haya llegado a este escenario de radicalización y sinsentido y que una formación como Podemos, en vez de empezar a articular un discurso con un mínimo de sentido de Estado, contribuya a echar más leña al fuego.

EDITORIAL EL MUNDO – 12/06/16