EL MUNDO – 16/02/16
· El partido se rompe en menos de un año en los tres territorios de la «plurinacionalidad» denunciando falta de autonomía.
· Primero fue Cataluña, en octubre, luego Euskadi, en noviembre, y ahora Galicia, en febrero. Los llamados territorios «históricos» tienen un denominador común para Podemos: el partido se ha roto en menos de un año y está dirigido por gestoras tras la fractura entre los líderes regionales y la ejecutiva estatal dirigida por Pablo Iglesias.
Podemos ha hecho de la «plurinacionalidad» y el «derecho a decidir» una de sus banderas más significativas en estas tres comunidades, sin embargo, paradójicamente es la falta de autonomía política de las direcciones regionales para adoptar sus propias decisiones la que está provocando, según denuncian los críticos con Madrid, estas disputas y numerosas dimisiones.
No hay nada más delicado para una formación que una campaña electoral. Hay muchas decisiones que tomar y muchos intereses enfrentados: las listas, las estrategias o el reparto de tareas y responsabilidades. Pues bien, las tres crisis territoriales saltaron por los aires con motivo de unas elecciones.
En Cataluña, como una amarga consecuencia de la campaña y de los malos resultados del 27 de septiembre, se criticó tanto la estrategia como el excesivo protagonismo de los líderes de Madrid. En Euskadi, la ruptura llegó por las imposiciones de los nombres en las listas para las elecciones generales en contra de la voluntad mayoritaria de la dirección vasca. Y en Galicia están siendo las diferencias entre Pablo Iglesias y el líder regional, Breogán Riobóo, en cuanto a la estrategia con la que presentarse a los comicios gallegos de otoño, con el primero anunciando la repetición de la coalición En Marea –junto a Anova y EU– y con el segundo, que mantiene una postura contraria, reivindicando que eso lo tendrán que «decidir» los militantes de Podemos en Galicia.
El conflicto que subyace de estos tres casos no es una novedad en Podemos, y ya ha provocado anteriores tensiones internas, tanto en el congreso fundacional de Vistalegre, en octubre de 2014, como en el proceso de primarias para las generales del 20 de diciembre, que fue la primera gran crisis a la que se tuvo que enfrentar Iglesias como secretario general, por la rebelión de numerosos dirigentes de Madrid, Andalucía Aragón, Asturias, Baleares, Euskadi o Navarra contra el reglamento y los tiempos. Aun así, el hecho de que Podemos tenga que estar dirigido ahora por tres gestoras en los territorios con más vocación autonomista es elocuente y, a la vez, vuelve a poner en el foco la vieja disyuntiva interna entre verticalidad-horizontalidad y eficacia-reparto de poder.
El equilibrio nunca ha sido sencillo en un partido que se ha construido bajo el lema de que en Podemos «todo lo decide la gente», y que ha visto como en un año tan acelerado políticamente los círculos han quedado relegados a una suerte de limbo, con una escasa influencia en los debates internos.
Las dimisiones de los secretarios generales de Cataluña, Gemma Ubasart, y el País Vasco, Roberto Uriarte, y el arrinconamiento del gallego Breogán Riobóo tienen además otro componente delicado, pues los tres fueron aupados precisamente con el apoyo de Iglesias y su cúpula. Es decir, que no se ha tratado de una disputa entre críticos y oficialistas, como la que ha provocado que en Cantabria haya otra gestora controlando el partido, sino que se trata de una fractura entre afines.
En la radiografía de los tres casos, el que fuera número dos de Podemos Euskadi, Luis Alejos, denuncia a este diario que la dimisión de Uriarte y los otros 19 miembros de la dirección vasca se produjo por una falta de «autonomía política» y que se hizo como una reivindicación de su «derecho a decidir interno». Este mismo argumento es que el que presentó la pasada semana Riobóo, todavía secretario general gallego, pero ya despojado de poder ejecutivo tras el nombramiento de una gestora. En una rueda de prensa, señaló que si Podemos defiende el Estado plurinacional y el derecho a decidir tendría que permitir a sus órganos territoriales esa capacidad. «Que sea Galicia donde se decida cómo concurrir a las elecciones autonómicas es algo unánime», reclamó, pidiendo escuchar a las bases y no dando por sentado que la fórmula será la misma sin que ésta se vote.
Las causas y las consecuencias de estas crisis anticipan un debate que más tarde o más temprano se tendrá que abordar. La conciencia interna de que se vivía un tiempo extraordinario por la concatenación de elecciones –desde marzo hasta diciembre– ha aplacado esa discusión, pero en cuanto se resuelva el próximo Gobierno habrá voces que reclamen un congreso extraordinario para repensar no sólo la autonomía regional sino también el papel de los círculos. En definitiva, construir organización. «Hubo vagones que tuvimos que quemar para que el tren fuera más deprisa», reconoció hace meses Monedero. Todo bajo el argumento de la «eficacia».
EL MUNDO – 16/02/16