Juan Carlos Girauta-El Debate
  • El abuso de poder cuando se alcanza, la invencible tendencia hacia la corrupción, hacia el enriquecimiento y los privilegios personales, hacia la más obscena acumulación de fortunas en las cuentas corrientes de sus familiares, hacia la convicción de impunidad que define al líder de izquierdas

Con medios y fines lícitos, es sagrado, sí. Los derechos fundamentales no se tocan, y ahora el de asociación peligra. Quienes pueden frenar el ataque deben hacerlo en vez de cogérsela con papel de fumar. Pasa una cosita con los derechos y libertades que conforman el catálogo de rigor: se reconocen y consagran con gran dificultad, pero se tergiversan y derrumban fácilmente. Cuando el Ejecutivo tritura una de esas libertades (los derechos son siempre libertades, pero eso queda para otro día), las otras se infectan. Tras un período de desconstitucionalización (abolición material de la Constitución con mantenimiento formal de la misma), puede llegar el forense y establecer la causa de la muerte de la democracia: fue la conculcación de aquel derecho o libertad. El resto son aberraciones con el cadáver.

El derecho de asociación, como el resto de derechos y libertades fundamentales, se reconoce y garantiza en las constituciones democráticas (valga decir en las constituciones; si no son democráticas no merecen el nombre). Se reconocen y garantizan, no se otorgan, conceden ni regalan. El derecho a asociarnos libremente lo tenemos por principio, es nuestro, y no entra en el contrato social (nunca firmado) la renuncia al mismo. Los tardos y los progresistas, valga la redundancia, nunca han entendido este punto, persuadidos como están de que cuanto uno puede hacer es porque le dejan. Esta debilidad, esta desconexión de la libertad humana, problema de cobardía más estupidez, explica fenómenos que de otro modo quedarían en la sombra. El reverso de la moneda servil es el abuso de poder cuando se alcanza, la invencible tendencia hacia la corrupción, hacia el enriquecimiento y los privilegios personales, hacia la más obscena acumulación de fortunas en las cuentas corrientes de sus familiares, hacia la convicción de impunidad que define al líder de izquierdas. En mayor medida cuanto más idealizado.

El proceso es conocido. Alcanzan el poder arrogándose la representación del pueblo sometido y, más tarde, si tienen suerte, esa representación se institucionaliza. El gorila puede dejarlo ahí, a la cubana, o convocar elecciones para legitimar a su nuevo régimen ante la comunidad internacional. Pero si pierde las elecciones no aceptará el resultado y antepondrá su vieja representatividad fáctica a los presentes resultados de las urnas. Eso exactamente es la tiranía: el peor déspota no solo ejerce el mando con arbitrariedad, sino que se adorna con la pretensión paternalista de encarnar al pueblo. Sin más título que la fuerza bruta. Así Maduro.

Violen, sanchistas, el derecho de asociación; traguen como suelen los pusilánimes, equidistantes entre el bien y el mal; acaben con aquello cuya existencia no soportan. Atrévanse. Pero no sin antes considerar esto: tras la amnistía, la corrupción en torno a Sánchez, la desigualdad entre españoles, las reformas penales a medida, el acoso a los jueces, o la toma política de Fiscalía y TC, queda poca cuerda. Pisoteen el derecho de asociación, que cuando pierdan el poder igual se topan con su propia obra: el enemigo no tiene derechos.