El último desafío independentista del Parlament de Cataluña, aprobando una resolución para iniciar la «desconexión» del resto de España, ha sido la tumba para Convergència en su propósito de conseguir grupo en el Congreso. Como ya sucedió un día antes en el Senado. Pues al no cumplir los requisitos exigidos sobre el porcentaje de votos, el partido de Artur Mas necesitaba contar con el favor o la complicidad del PP y el PSOE para sacarlo adelante. Eso se había estado negociando en las últimas semanas, e iba a ser así, hasta que se cruzó la desobediencia del Parlament al Tribunal Constitucional y se disparase de nuevo la tensión entre las instituciones españolas y catalanas. Lo que dejaba al PP y PSOE en una situación muy complicada para justificar cualquier guiño.
Las consecuencias son duras. No tener grupo no sólo implicará una cuantiosa reducción de dinero en subvenciones –unos tres millones–, sino que, sobre todo, provocará una enorme pérdida de influencia política, pues la voz independentista quedará liderada por ERC, mientras que la catalanista estará en manos de En Común Podem. Joan Tardà y Xavier Domènech contarán con más tiempo en los debates y más capacidad de iniciativa que Francesc Homs.
La negativa envalentonó al portavoz de Convergència, que se reafirmó en el desafío independentista y en mantenerse «fieles» y «con toda la determinación del mundo» a seguir la agenda marcada por el Parlament.
Visiblemente enfadado, denunció el intento de «limitar la capacidad parlamentaria» de sus ocho diputados y achacó la negativa de la Mesa, no al incumplimiento de las condiciones, sino a una actitud «radiactiva» contra su partido, al que no le «perdonan» la resolución del Parlament. «Pagamos las consecuencias de la decisión que se tomó la semana pasada. Y lo digo con un punto de honor», señaló, «algo que no tiene nada que ver» con el Reglamento.
Homs quiso ir más allá y sostuvo que el rechazo de la Mesa responde también al inicio de un supuesto «acuerdo» entre el PP y Ciudadanos para que el partido de Albert Rivera transite de la abstención al voto a favor. Una de las primeras condiciones para que eso pase, según justificó, era que no tuviera grupo para que luego los representantes de Ciudadanos se apuntaran el mérito, saliendo en público «con la oreja en la mano».
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se mostró horas después realmente contento ante sus compañeros y «profundamente orgulloso» por haber sido la única fuerza en oponerse a «retorcer las leyes» a favor de otro, y celebró que esos «tres millones de euros no estarán en manos de Artur Mas» ni de ningún grupo que defienda la independencia.
Ahora el camino para Convergència es incierto. Homs abrió la puerta a negociar con ERC o PNV para integrarse en sus grupos, pero, por lo pronto, inicia ahora su particular travesía por el desierto en el Mixto.