Cuando no sea la liga del Fútbol será la envidia por Escocia; el PNV necesita un banderín de enganche que atraiga las sensibilidades nacionalistas. Ibarretxe no es del agrado de muchos jeltzales porque saben que con él se produjo un clima de confrontación insoportable. Pero saben que necesitan un liderazgo que con Urkullu no tienen.
La segunda fase de oposición del PNV al gobierno de Patxi López no ha podido ser más diabólica al abrir el armario de Puerto Rico para que salga el ex lehendakari Ibarretxe de su cómodo púlpito de profesor y se quede satisfecho con su desahogo contra el Ejecutivo. Porque eso es lo que ha hecho el ex mandatario de Ajuria Enea al quejarse de que el dirigente socialista esté deshaciendo el tejido simbólico que con tanto empeño él se había trabajado, con las embajadas en el extranjero, por ejemplo, por tierra, mar y aire con el dinero de los presupuestos.
Puede ser que al profesor de Puerto Rico le duela la distancia (es normal), le entristezca que, más allá de su partido, su ausencia no se echa de menos (muy humano) y seguramente respira por la herida de no seguir gobernando a pesar de que su partido fuera el mas votado (un error de cálculo). Pero lo que le dieron las urnas no fue capaz de revalidarlo en los apoyos parlamentarios. Si se hubiese podido presentar el entorno de Batasuna, estaríamos hablando, con toda seguridad, de otras mayorías y, por supuesto, de otro gobierno; el nacionalista habitual.
Pero como la realidad es otra, Ibarretxe ha vuelto a aparecer en escena para decir que lo que tiene Patxi López no se parece a un gobierno. Otros ex presidentes tardaron más en volver al escaparate. Mucho más. Por prudencia y respeto. Dejaron pasar un tiempo considerable para que las nuevas políticas y los nuevos equipos pudieran encontrar su sitio. Pero el PNV ha querido dar una «vuelta de tuerca» a su oposición al Gobierno vasco utilizando la misiva de Ibarretxe para recordar que, además de ser un partido responsable en la gestión, es capaz de «puentear» a los gobernantes vascos (una actitud que se le da de maravilla y que le ha salido redondo con la negociación de las transferencias de políticas activas de empleo) y, a la vez, ser el tarro de las esencias identitarias.
Ibarretxe recrimina al lehendakari López su actividad frenética en el desmantelamiento de la simbología. Es, desde luego, una de las prioridades del Ejecutivo de Ajuria Enea: restaurar la anomalía con la que se venía gobernando durante todos estos años. Y si hay que hablar de banderas, lo normal es que la enseña constitucional y la ikurriña ondeen juntas. Sin ningún escándalo y en condición de igualdad. Y si hablamos de propaganda terrorista, la restitución de la normalidad pasaba por liberar a los ciudadanos de las calles repletas de publicidad de ETA en donde se ensalzaban a los asesinos como si de héroes se tratase. Y así, con muchos ejemplos más.
Todo esto está ocurriendo y, lo que quizás le extrañe a Ibarretxe, es que no se está produciendo ninguna catástrofe, y, sobre todo, no se está dando ni la milésima parte del enfrentamiento con el que se vivía durante su mandato. Puede ser que el PNV, ahora que ha logrado de momento que el Gobierno vasco no capitalice las políticas activas de empleo (¡vaya gol, lehendakari!), gracias a la inestimable ayuda del grupo parlamentario del PSOE en el Congreso de los Diputados, necesite movilizar a sus afiliados con el señuelo identitario.
Y cuando no es la liga del Fútbol será la envidia por Escocia, el caso es que el PNV necesita un banderín de enganche que atraiga las sensibilidades nacionalistas. Ibarretxe no es del agrado de muchos jeltzales porque saben que, con él, se produjo un clima de confrontación insoportable. Pero son conscientes de que necesitan aglutinar a sus bases en torno a un liderazgo que hoy por hoy, con Urkullu no lo tienen.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 2/12/2009