Rubén Amón-El Confidencial
  • La propaganda del Gobierno, los clichés antimilitaristas de Podemos, la negligencia de Casado y las contradicciones de Vox trasladan a la política doméstica la crisis de Kabul

Una de las pocas ventajas que conlleva la falta de peso geopolítico consiste acaso en la repercusión menor de las crisis internacionales. Le ha sucedido a España en la espantada occidental de Afganistán. La posición gregaria que desempeña ‘Madrid’ entre los países mandones nos ha circunscrito a la eficacia de la evacuación y a la llamada a cobro revertido de Biden, aunque la precariedad española no contradice el impacto de la crisis en la política nacional, con todos los clichés y lugares comunes que puedan imaginarse.

El PSOE

Pedro Sánchez no ha desaprovechado la oportunidad de condecorarse a sí mismo por el éxito de la evacuación en Kabul. No estaba previsto que el ‘matador’ compareciera para acaparar los méritos, pero el líder socialista no pudo resistirse al narcisismo y al providencialismo, sin olvidar la rapsodia estomagante que concedió al dolor de las mujeres afganas.

La propaganda gubernamental no contradice la eficacia de la operación. Otra cuestión es que pretenda confundirse el logro específico del plan de fuga con el fracaso rotundo de la misión, aunque no sería Pedro Sánchez el responsable. Compartiría los deméritos con sus predecesores moncloveses. Y lo haría en el contexto de ese mismo papel geopolítico menor que apuntábamos al inicio de la crónica. España ha contado poco. No es cuestión de reclamarle la factura al presidente coyuntural.

Unidas Podemos

Los socios del PSOE, igual que los compadres del nacionalismo, se han expuesto a la radiación de todos sus clichés: desde el antiamericanismo consustancial hasta los recelos sobre los propios militares españoles, de tal manera que la vicepresidenta Yolanda Díaz prefirió homologarlos como prosaicos funcionarios públicos antes que referirse en sentido específico.

No es cómoda la posición de los morados ni de IU en una crisis que pone en bandeja la condena al imperialismo, pero que impide al mismo tiempo condescender con el régimen del terror talibán, menos aún reclamando el derecho del pueblo a escoger su destino, como ha remarcado China. 

La coalición de Unidas Podemos está obligada a una mínima lealtad con el Gobierno. Y a contener la iracundia hacia el tío Sam, pero sigue produciendo estupor la relación problemática y hasta supersticiosa que UP mantiene con la institución del Ejército. Les molestan los uniformes. Y les cuesta trabajo identificar incluso la abnegación del trabajo humanitario.

El PP, desnortado

Pablo Casado, como ha hecho Ciudadanos, podría haber expuesto estas últimas semanas la lealtad a España de la que tanto se vanagloria. Liderar la oposición no significa oponerse de manera dogmática e integrista, menos aún cuando la política española de Afganistán no consiste en una peculiaridad de Sánchez ni puede sustraerse al peso que tuvieron antaño los gobiernos populares, incluidos los de José María Aznar y Mariano Rajoy. Casado ha desconcertado a sus propios camaradas radicalizando el antisanchismo en una cuestión que hubiera merecido un consenso de Estado elemental. La reclamación de una comparecencia en el Congreso para autorizar la misión tanto parecía un recurso de repertorio como subordinaba no ya la urgencia de la evacuación, sino la relevancia y aquiescencia de los compromisos internacionales adquiridos.

Nada más sensato hubiera sido para Casado enfatizar el papel del Ejército y responsabilizarse de una visión de Estado. No ha ocurrido así. El líder del PP no lo ha sido ni de su partido ni de la oposición. La emergencia de Kabul lo ha desnortado y desubicado hasta extremos embarazosos. 

No tiene el menor sentido que Casado elogie el papel de las Fuerzas Armadas por la proeza de Kabul al mismo tiempo que critica la estrategia del Gobierno, cuando precisamente los soldados se limitan a cumplir las órdenes y a ejecutar la estrategia del Ejecutivo.

Y Vox, en fuera de juego

Igual que la extrema izquierda, la extrema derecha es víctima de sus clichés y contradicciones en la resaca de la crisis afgana. Santiago Abascal sería el primero en conmoverse con la misión ejemplar del Ejército español si no fuera porque los pasajeros que se alojan en los aviones son inmigrantes.

Ya conocemos los discursos xenófobos de Vox respecto a la condición criminógena de los afganos que ya andaban por España. Y son de suponer todas las medidas de rechazo que van a manifestarse desde el partido ultra cuando la UE tenga que involucrarse en un plan de acogida de refugiados, más todavía cuando Sánchez ha prometido generosidad y sensibilidad respecto a la emergencia humanitaria.