No cuestionamos la conveniencia de que los alumnos sepan gallego o castellano en Galicia. Defendemos que se respete esa decisión exclusiva del ámbito familiar. No se entiende por qué se somete a la población escolar a unos porcentajes cuando se dice defender la libertad de elección de los padres y la cordialidad lingüística. ¿Cordialidad, con quien? ¿Con los de la normalización obligatoria?
El desenfoque interesado del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, va desde el extremismo al equilibrio. Cito textualmente al presidente: «El debate no va a ser gallego o castellano, sino el inglés». En febrero de 2009 no decía lo mismo y no voy a repetir sus promesas, de sobra conocidas, para no cansar al lector. El presidente se enroca ahora en el cumplimiento de su programa electoral que decía:
Punto 8. Conseguir uno de los mejores sistemas educativos. Llevaremos a cabo una política destinada a mejorar la calidad de la educación y a fortalecer la libertad de elección de los padres. Un sistema que apueste decididamente por el trilingüismo, de forma que los alumnos finalicen su formación dominando el inglés, además de las dos lenguas oficiales de Galicia.
Punto 104. Defenderemos el bilingüismo integrador: defenderemos el equilibrio y la proporcionalidad en la enseñanza de lengua gallega y castellana favoreciendo el bilingüismo integrador que garantice los derechos y libertades de padres y alumnos.
En recientes declaraciones en Radio Nacional, el 7 de enero, el presidente defendía las bases del nuevo decreto diciendo que “el equilibrio es el antídoto contra cualquier extremismo, pensamos que la cordialidad lingüística de las calles, de los bares, debe trasladarse a las aulas y queremos niños que sean libres para emplear, una vez conocidas, la lengua que quieran”.
Empezando por el final, el presidente define su postura como equilibrada y antídoto contra los extremismos. Viene al caso recordar que destacados dirigentes de su partido acudían a las manifestaciones que convocaban las asociaciones por libertad de lengua cuando su partido se encontraba en la oposición preparándose para hacer el tránsito, desde el extremismo hacia el equilibrio, suponemos que también tomando conocimiento del bilingüismo cordial de las calles y bares que dice querer llevar a las aulas.
Si pasamos al programa electoral, defender la libertad de elección de los padres es defender, sin pretender cambiarla, la primera decisión, natural y espontánea, que toma una familia cuando educa a sus hijos: decidir en qué lengua los educa, sea ésta la que sea de las que hablamos en Galicia. Por parte de los defensores de la libertad, nadie cuestiona la conveniencia de que los alumnos sepan gallego o castellano en Galicia. Lo que se defiende es que se respete esa decisión exclusiva del ámbito familiar. Y para respetar esa decisión familiar sólo son necesarias tres cosas:
1) Libros de texto en la lengua de elección.
2) Libertad de uso, oral y escrita, de la lengua de elección.
3) Desregulación lingüística, menos normas y corsés.
Lo que resulta difícil de comprender es por qué se somete a la población escolar a unos determinados porcentajes cuando se dice defender la libertad de elección de los padres y la cordialidad lingüística. ¿Cordialidad con quien? ¿Con los de la normalización obligatoria?
Si de acuerdo a la Ley de Normalización Lingüística los padres no tenemos derecho, salvo en primera enseñanza, a exigir una determinada lengua vehicular -lengua docente y discente- porque ello exigiría la separación de alumnos por razón de lengua -aunque ésta no sería forzosa, sino por elección-, si se quiere que la población escolar aprenda las dos lenguas oficiales en un sistema educativo de calidad, lo primero que tiene que haber es libertad, y sin tapujos ni subterfugios.
En los dos puntos citados del programa electoral la palabra libertad aparece en dos ocasiones: libertad de elección de los padres y libertades de padres y alumnos. En las bases del nuevo decreto del plurilingüismo la palabra libertad no aparece ni una sola vez, la vergonzante palabra libertad no está en el vocabulario del nuevo decreto.
El decreto no habla de libertad, habla de opiniones: la opinión vinculante de los padres sobre la lengua de impartición de una de las asignaturas -primaria o secundaria- y consulta a los padres cada cuatro años de su opinión para el reparto por lenguas del resto de materias para que sea el Consejo Escolar el que decida.
No vale que nos digan que ahora podrán escoger el idioma de una materia, ahora ‘instrumental’, y serán consultados cada cuatro años para el resto. Para tener libertad, para empezar hay que ponerlo por escrito, en letras mayúsculas y negrita. Un decreto por la libertad frente a un decreto por el trilingüismo. La diferencia es sustancial, pues en uno se habla de derechos de las personas y en otro se habla de lenguas.
El señor Feijoo empezó a hablar de derogar el decreto 124/07 del bipartito cuando percibió que había interés electoral en el asunto: el grito por la libertad de miles de gallegos que se convirtió en clamor desde julio de 2007, en que se alumbró el todavía hoy vigente decreto. Qué vergüenza debía darle al señor Feijoo. Ese grito era por la libertad, contra la imposición. Lo que se defendía, lo que defendíamos, no era cambiar la imposición del gallego por la imposición del español. Lo que nos movilizaba no era conseguir un sistema de imposición a tercios, lo que nos movilizaba era librarnos del yugo de una norma liberticida diseñada desde una ideología totalitaria y trasnochada que se arroga el derecho a decidir en qué lengua tienen que expresarse nuestros hijos, en qué lengua tienen que hablar en las clases, hacer sus exámenes y llevar sus libros de texto. Una ideología, la nacionalista del BNG, apoyada por sus portamaletas, el PSOE.
En el lado de los defensores de la libertad se va a producir una fuerte división, seguro que además buscada por el propio Partido Popular, que está muy interesado en enfriar al movimiento cívico que le resulta incómodo, un movimiento cívico que ha despertado de la modorra de la normalización para pasar a posturas muy activas y decididas en la defensa de una educación en libertad y de calidad.
La división se producirá entre los votantes asiduos al PP, que se mostrarán benignos con el incumplimiento de las promesas de Feijoo y sus nuevas bases, con el argumento de que era lo menos malo que se podía hacer, que supone una mejora respecto al decreto 124/07 y, de paso, se evita la confrontación con los nacionalistas. Por contra, los ciudadanos que decidieron su voto en función de las inolvidables promesas de última hora, ésos entre los que me encuentro, además de tener que buscarse una nueva papeleta para las próximas elecciones, entre otras cosas podremos pensar que los nacionalistas tampoco estarán dispuestos a tolerar un decreto que se apoye en estas bases como indican sus manifestaciones públicas y su convocatoria de huelga en la enseñanza, con lo que por el mismo precio era preferible haber hecho un decreto por la libertad, de frente y hasta el fondo, y no una apuesta tan limitada por un trilingüismo encorsetado en los proyectos lingüísticos de centro, creación intervencionista de la política normalizadora.
Señor Feijoo, ¡el escaño número 38 de las elecciones de marzo de 2009 es de los defensores de la libertad de lengua! Este decreto puede y debe ser mejorado si en lugar de la equidistancia entre los impositores y los defensores de la libertad, tomase verdadero partido por los que, además de haberle votado, se han movilizado de una forma ejemplar arriesgando mucho en el envite. Justamente porque muchos nos hemos movilizado mucho queremos que acierte con su nuevo decreto por la libertad lingüística, cuente con nosotros para ello”.
(José Mª Martín López-Suevos es el presidente de la Mesa por la Libertad Lingüística)
José Mª Martín, LA VOZ LIBRE, 15/1/2010