- Ya sabemos por qué Sánchez se pasó tres semanas encerrado herméticamente en La Mareta. Para que no supiéramos quién le acompañaba. A quién le hemos pagado las vacaciones
La ausencia total de principios de quienes nos desgobiernan tiene nuevas evidencias. El Debate ha publicado estos días datos no desmentidos del abuso de la familia Sánchez de las instituciones del Estado. Y la reacción de los socialistas ha sido denunciar a la oposición por hacer uso de esas informaciones, calificándolo de «cruzar líneas rojas». Cree el ladrón que todos son de su condición. Sería legítimo denunciar al PP y Vox si pudieran probar que las informaciones de Alejandro Entrambasaguas son falsas. Pero resultan ser enteramente verdaderas. Y como lo son, al Gobierno le parece indecente que Vox o PP hagan uso de ellas y pregunten al respecto. No paramos de mejorar.
¿Cómo se puede llegar a la desfachatez de estar residenciado en Elvas, Portugal, para no pagar impuestos –lo que ya de por sí es intolerable– y en realidad estar viviendo en el Palacio de la Moncloa? Presidencia del Gobierno dice ahora que la Moncloa es la residencia familiar del presidente. Hombre, es evidente que la familia del presidente puede vivir con él. Y así ha sido con todos los presidentes. Algunos incluso han tenido a sus padres ancianos y enfermos viviendo con ellos. Es el caso de Mariano Rajoy, cuyo padre vivía allí y cuando dejó el Gobierno se fue a vivir a la casa del propio Rajoy donde murió unas semanas después. Pero claro, ¿cómo iba a saber el pobre David Sánchez dónde estaba su puesto de trabajo si él vivía a cientos de kilómetros? No creo que pueda haber un ejemplo mejor de creerse que el Estado está a tu servicio y al de tu familia. O sí.
Esto de tener al hermano incurriendo en un fraude a Hacienda y viviendo con su pareja embarazada en la Moncloa llega a extremos de abuso que rozan el desmadre. Creo que no hay mejor prueba de cómo este abuso ha hecho perder toda referencia a Sánchez y su familia que lo que ayer contábamos aquí del uso de la ambulancia. Es lógico que en la Moncloa haya una ambulancia para cualquier emergencia que pueda tener el presidente o un miembro del Gobierno durante un Consejo de Ministros. Obvio. Incluso para asistir a un jardinero de la Moncloa que se clave unas tijeras de podar. Claro que sí. Lo que no se puede tolerar es que la pareja del hermano de Sánchez, residente allí con cargo a nuestros impuestos, vaya a una cita previamente establecida con el tocólogo, en una ambulancia al servicio de la Presidencia del Gobierno. Para eso están los taxis, si es que ese día su marido se olvidó de cómo conducir el vehículo que tenía en la Moncloa.
Ya sabemos por qué Sánchez se pasó tres semanas encerrado herméticamente en La Mareta. Para que no supiéramos quién le acompañaba. A quién le hemos pagado las vacaciones. Sabemos también que desguarnecieron de submarinistas los puestos de la Guardia Civil en otras islas y tuvieron a los agentes allí permanentemente para que ellos pudieran hacer pesca submarina con las aguas despejadas. A lo Enver Hoxa. Y este desmadre se va a prolongar hasta el último día de Sánchez en el poder porque él no puede salir a la calle. Porque como vimos ayer en Getafe, para que Sánchez pueda caminar por una acera hace falta una protección de 50 agentes de policía.
No tiene vergüenza.