Si el presidente del Gobierno de La Moncloa pretendía acercarse a todos los catalanes, a través de su cuenta de Twitter, al felicitarlos por la celebración de la Diada (independentista), lo único que dejó en evidencia fue su proximidad de conveniencia al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Que se desmarcó de la manifestación promovida por la Asamblea Nacional de Cataluña y sus socios de gobierno, los ‘illuminati’ de Puigdemont. Y se mostró convencido, para compensar su ausencia, de que el referéndum por la independencia se celebrará en Cataluña más pronto que tarde. Sánchez, al acercarse a su socio Aragonès, se alejaba de la mitad de los ciudadanos de Cataluña, los que sufren el acoso nacionalista y la imposición del catalán en la vida y en los centros escolares. Ayer, los secesionistas -divididos por su pugna por el liderazgo del movimiento pero coincidentes en su causa independentista- no consiguieron movilizar al millón y medio de ciudadanos que salieron a la calle en los años del ‘procés’. La movilización va menguando. Los de ayer representaban a la mitad de la mitad de la sociedad catalana.
Divididos y desmovilizados. Esa es la imagen de la celebración de una Diada en la que ERC se llevó la peor parte por su desmarque. Ni la exhibición de pedigrí independentista de Junqueras el día anterior sirvió de dique de contención a la tormenta de insultos que recibieron los republicanos por optar por la vía de la negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez.
Pere Aragonès y su partido se habían desmarcado de la calle en donde los de Junts, acompañados de la CUP y la Asamblea Nacional de Cataluña y Òmnium, cortan el bacalao. Y para evitar que sus socios de gobierno les acusaran de ‘traidores’ y ‘botiflers’ dejó dicho en su discurso institucional que «Cataluña volverá a votar». Pero eso, el referéndum independentista, hay que negociarlo en la mesa de negociación con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Nada de vías unilaterales como pretenden los de Junts.
La pulsión independentista ha iniciado su descenso en la pendiente de las encuestas. Pero con la mayoría parlamentaria que disfrutan los independentistas se pueden permitir tener al Gobierno de turno (el de Sánchez es un chollo para ellos) sometido a permanente chantaje. Cinco años después de que el Parlamento catalán aprobara las llamadas leyes de desconexión con el Estado, los secesionistas vivieron ayer la Diada más fracturada de los últimos tiempos. ERC y Junts, a la greña. Pero no llegará la sangre al río, que estamos en tiempo electoral y fuera de la Generalitat hace mucho frío. La vía de ERC es pragmática. Persuadidos de que el referéndum llegará de la mano de Sánchez, se aferran a la negociación de la mesa con el Gobierno. El presidente tendrá que sortear importantes escollos para satisfacer a sus socios. No es casual que tenga tanto empeño en cambiar las mayorías en el Tribunal Constitucional.
¿Qué significa la «desjudicialización de la política» pactada con la Generalitat ? Dar carta blanca a la vulneración de sentencias judiciales. Bien a través de indultos, bien a través de contranormas que impidan el cumplimiento de sentencias como la impartición del 25% del castellano en los centros escolares. Por ejemplo.
Presume Pedro Sánchez de que todo es normal en Cataluña desde que él gobierna en La Moncloa. ¿ Está seguro? Que Pere Aragonès abogue por no excluir a nadie mientras reivindica la imposición del catalán en las escuelas no es que no sea normal, es que vulnera la convivencia.