- Una izquierda democrática, defensora de la libertad y de la igualdad, no hubiese aceptado gobernar a cualquier precio y cediendo trozos de nuestra soberanía a quien demostró tan solo estar en el lado malo de la historia: matando
La izquierda vive una profunda crisis de identidad, a pesar de estar gobernando en España. Ya sabemos, de todos modos, cómo y por qué gobierna. Padecemos un presidente que prefiere asegurarse su peripecia personal a costa del propio proyecto democrático del conjunto de los españoles. Por eso se ha aliado, una vez que perdió las elecciones, con terroristas y golpistas. La indignidad de poner en la calle a los asesinos ya sitúa su nivel moral. Sánchez es la demostración de que la izquierda va por mal camino. Han preferido instalarse en la identidad –nacionalismo, género, indigenismo– a seguir trabajando por la igualdad y por la libertad.
A la crisis de valores e identidad, en España se suma la crisis orgánica de esa misma izquierda. Caminan sin brújula ideológica y solo les mueve el mantenerse en el poder. No quieren el poder para mejorar la sociedad, lo quieren para vivir bien ellos. Nunca como ahora se ha ejercido el poder de manera tan grosera para beneficio de quien lo ostenta, aunque lo haya alcanzado de manera abrupta y a trompicones, esos que le van marcando los antidemócratas que le prestan sus votos en el Congreso.
Sumar está en caída libre, volverá al tamaño natural de la vieja IU. Podemos vive en una purga permanente, donde los más veteranos van dejando hueco a jóvenes más radicales. El PSOE ha abandonado su centralidad y apuesta por el chavismo venezolano, la simpatía con Hamás, y maltrata a la mayoría de los españoles con una política que se dice social, pero se encuentra en las antípodas del progreso económico. Su lucha cultural es en realidad un programa que arrasa con el bien preciado de la libertad. No se percatan, porque su soberbia no se lo permite, de que la ciudadanía se siente cada día más alejada de ellos. Su única respuesta a todo ello es hacer oposición de la oposición e insultarnos a todos los que no coincidimos con sus ideas, en un alarde de comportamiento antidemocrático.
Puede parecer paradójico mi comentario de hoy. Escribir que la izquierda está en plena crisis y sin embargo nos gobierna: esa es la mayor demostración de cuanto digo. Una izquierda democrática, defensora de la libertad y de la igualdad, no hubiese aceptado gobernar a cualquier precio y cediéndole trozos de nuestra soberanía a quien demostró tan solo estar en el lado malo de la historia: matando. Por eso le auguro a Sánchez un mal lugar en las páginas del manual en el que los niños estudien España dentro de cincuenta años. Allá él. Si tuviese dignidad y cultura democrática estaría haciendo exactamente todo lo contrario.