Jesús Cuadrado – Vozpópuli
En Europa se va imponiendo la disputa por el poder entre un centroderecha liberal y una extrema derecha no liberal
El voto a Trump es la respuesta a una izquierda tramposa. De los resultados, destacaría el hundimiento inapelable de Kamala Harris. Eso reflejan los datos de las pasadas presidenciales estadounidenses. El Partido Demócrata ha logrado 10 millones de votos menos que hace cuatro años y el Partido Republicano mantiene los mismos. Más que entusiasmo por el candidato republicano -que sí despertó Ronald Reagan-, dominó en las urnas el rechazo hacia los demócratas. A la espera de estudios postelectorales, en grupos tradicionalmente demócratas, como el decisivo colectivo hispano, parece que simplemente muchos dejaron de votarles.
Solo había que fijarse en la campaña de los demócratas, más pendientes del apoyo de las estrellas de Hollywood que de responder a las preocupaciones de sus votantes tradicionales, muchos, perdedores con las nuevas tendencias económicas. Centrados en el programa único “parar a Trump”, les ofrecen mucho folclor woke y pocas soluciones. Hace años ya advirtió Edward Kennedy de esta deriva suicida del Partido Demócrata: “Podemos y debemos ser un partido que se preocupa por las minorías sin convertirnos en un partido de las minorías. Ante todo somos ciudadanos”. Pero se han dedicado a excavar pequeñas cuevas identitarias en lo que un día fue una gran montaña.
A falta de alternativas serias a los problemas sociales provocados por la nueva globalización económica, el progresismo charlatán recurre a la legislación mágica, sea para alquiler de viviendas o reducción de jornada laboral
Observado desde España, qué espectáculo el desconcierto del sanchismo mediático ante el resultado. El País lo explica por la “desinformación” provocada por el trumpismo, y lo dicen quienes facturan por maquillar los diarios “cambios de opinión” de Sánchez. Izquierda folclórica local con sus propias estrellas, entre las que brilla Pedro Almodóvar. Más rojo y más folclórico, imposible. No está solo. He oído decir al cantante Víctor Manuel que es optimista por comunista y me he acordado de su compadreo con la estrella del castrismo Silvio Rodríguez, artista como él, y referente de una dictadura con más de mil presos bajo tortura ahora mismo. ¡Folclore de calidad!
El progresismo charlatán
La izquierda de la que diez millones de electores se dieron de baja el pasado martes en EEUU, con réplicas por todo el mundo, se refugia en la retórica de lo que Pablo de Lora denomina “derechos en broma”. A falta de alternativas serias a los problemas sociales provocados por la nueva globalización económica, el progresismo charlatán recurre a la legislación mágica, sea para alquiler de viviendas o reducción de jornada laboral. En su libro imprescindible Los derechos en broma, Lora se refiere al ranking por países según el número de derechos sociales recogidos en sus constituciones: el primer lugar es para Venezuela, con 82, nada menos, y el último, para Dinamarca, con solo 21. ¡Folclore constitucional como alternativa!
En Europa, como consecuencia del fracaso de una izquierda que se centra más en la retórica de ideologías muertas que en resultados socialmente medibles, se está dibujando un mapa político diferente. Se va imponiendo la disputa por el poder entre un centroderecha liberal y una extrema derecha no liberal. En Polonia se ha impuesto al anterior gobierno derechista una coalición liderada por Donald Tusk del PP europeo. En Hungría, la alternativa al proruso Orban -que está perdiendo apoyo- es un partido de derecha moderada y democrática. Solo resisten izquierdas que huyen del folclore comunistoide, en los países nórdicos, Reino Unido o Portugal.
La destrucción fiscal de España
En Alemania, con el derrumbe del SPD, se percibe en el horizonte inmediato un gobierno articulado desde la CDU por Friedrich Merz -tal vez con Los Verdes- y con la extrema derecha en segundo lugar, liderando la oposición. En Francia, el grupo de Macron, que no puede pactar con el conglomerado de una izquierda hiperfolclórica liderada por el demagogo Melénchon, se juega su futuro en confrontación directa con el partido de Le Pen. ¡Qué gran fracaso de los históricos mastodontes socialdemócratas europeos!
En España pocos cuestionan que Núñez Feijóo será presidente y Sánchez solo alarga la agonía, a pesar de la anomalía mundial de resistir gracias a concesiones interminables a independentismos que no esconden su aspiración a destruir el Estado. Llama la atención que aún haya bienintencionados que normalizan a un presidente del Gobierno capaz de entregar el “cupo catalán” que, como demuestra el economista Jesús Fernández-Villaverde, haría inviable el Estado de bienestar -sistema de pensiones, incluido- y supondría la destrucción fiscal de España. Para enmascararlo, el PSOE ha montado el Congreso de los Derechos en Broma a final de mes, en Sevilla. ¡Qué indecencia!