Eduardo Uriarte-Editores

Sólo en el caso de que Sánchez considerara que los resultados electorales debieran promover la Gran Coalición, porque lo contrario es la abolición de la convivencia política, mis viejos amigos socialistas, que siguen creyendo en España como un ámbito de libertad, no se habrán pegado un tiro en el pie. Pero me temo mucho que tal como venía nuestro veraneante en Marrakech, y la ruptura del acuerdo PP-PSOE en Ceuta por mandato de Ferraz, la política de izquierdas en este país pasa por la ruptura política mediante la mutación continuada de la Constitución.

Es una pena no haber aprovechado este resultado electoral para poner orden a una dinámica disparatada producto de la supina ignorancia de los dirigentes, la prepotencia del ejecutivo y la incapacidad de la oposición, porque la crisis que a todos los niveles se le oculta al país va a estar en esta legislatura en la que un osado líder del avance y del progreso pagará todo lo que haya que pagar con tal de verse investido de presidente de la república bananera de Frankenstein. Y, sigo diciendo, es una pena no aprovechar la ocasión para sanear el sistema político y proceder a un proceso reconstituyente después del paso de Frankenstein.

Porque un acuerdo de legislatura PP-PSOE podría empezar a poner coto al gasto, reformar la Constitución, especialmente en su aspecto territorial, que hoy por hoy es un sistema centrífugo con unas relaciones bilaterales que recuerdan más al Antiguo Régimen abolido en Cádiz que a una constitución federal. Federal, y no confederal, como gusta a muchos líderes de la plurinacionalidad anarco-sindicalista del PSOE, a los que recomiendo fervientemente una lectura de la Constitución alemana.

Es una pena. Porque de darse la Grosse Koalition, se evitaría la pugna por la colonización de los contrapoderes liberales, llegar a un acuerdo para su independencia, poner coto al gasto desmedido de la burocracia de las administraciones, empezando por las designaciones de la Moncloa, y sobre todo, acabar con este prólogo de guerra civil que es en lo que se ha convertido la política española a los sones de la Memoria Democrática y el No Pasarán. No le veo yo a Isabel Ayuso, ni por el forro, entonar como Celia Gámez “Ya hemos Pasao”, pero ya he oído al quinto regimiento en Ferraz. Pues el frentismo es un invento del populismo de izquierdistas del que hace bien la derecha en no caer. Dejémoselo a la izquierda totalitaria e intentemos convencerla que no nos interesan dirigentes «friquis» en la Moncloa, y si personas con concepciones en pro de la convivencia política.

Ya sé que estoy pidiendo un milagro, la Gran Coalición. Es por acompañar en su sueño a Redondo Terreros. Es pedir a un populista guerracivilista que se vuelva un demócrata, un republicano liberal, que vea en el adversario una alternativa higiénica en toda democracia, y en los jueces un necesario contrapoder independiente que coarta la arbitrariedad del despotismo, mucho más necesario si ese despotismo, además, no es ilustrado.