Carlos María Ruiz Cortadi, LA RAZÓN, 4/12/11
Desde hace más de medio siglo nuestro país ha sido sacudido por la barbarie terrorista, básicamente, proveniente de ETA. Aunque también ha habido otros movimientos terroristas, como GAL, comandos autónomos anticapitalistas… Cierto es que todos recordamos con terror y lágrimas los casi 900 asesinados, los miles de heridos físicos, los psicológicos… Pero, ahora que se habla de cerrar las heridas del conflicto –otro eufemismo–, aquí no ha habido conflicto. Lo que hemos tenido son unos asesinos que en nombre de no sé qué «sabinismo separatista» han eliminado la paz y la libertad. En estos más de 50 años hemos sido muchos los residentes en Vascongadas y en Navarra que hemos tenido que salir de nuestros pueblos, villas y ciudades en busca de Paz y Libertad. Fue en los primeros años de la década de los 70 cuando, políticos, empresarios, funcionarios… tuvimos que abandonar la tierra que nos vio nacer. Somos más de 200.000 que hemos sido acogidos, hoy con cariño, pero en un principio con reservas. Éramos vascos… Nuestra vida ha sido muy dura. Tuvimos que malvender nuestra vivienda para fijar la nueva residencia. Volvimos a malvender los vehículos, nadie quería nuestras matrículas, nuestros amigos no sabían dónde estábamos, no recibíamos correo de nuestras familias, por seguridad.
De todas estas penurias nadie se ha acordado. No somos culpables de nuestro destierro. Sólo tienen culpa los etarras y sus amigos. Hora es ya que la sociedad piense en la deuda que tiene con estos exiliados. Ahora que se habla de normalidad debemos recordar que estos 200.000 no podemos votar en nuestros pueblos, de donde salimos contra nuestra voluntad. El nuevo Gobierno debe pensar en resarcir en los daños económicos, morales y políticos de este éxodo. Económicos, pues las pérdidas patrimoniales han sido evidentes, y políticos, por lo que haciendo las modificaciones que procedan nos vuelvan a dar el voto en nuestra tierra. El destierro es una injusticia que sólo se resuelve con justicia. Lo contrario será cerrar unas heridas en falso y esto es muy malo.
Carlos María Ruiz Cortadi, LA RAZÓN, 4/12/11