El día después

RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 02/05/15

· En su primera purga han perdido un tercio de sus rostros identificados con Podemos por el electorado televidente.

Yahora ¿qué? Pablo Iglesias no puede seguir negando que Podemos es un partido como otro cualquiera. Incluso bastante menos respetuoso con el juego democrático y el respeto hacia sus electores. Uno que se presenta a las elecciones europeas y antes de haber cumplido el veinte por ciento del mandato parlamentario el 80 por ciento de sus diputados han abandonado el escaño para el que fueron elegidos y han marchado en busca de destinos más apetecibles. Es un partido en el que hay corrupción como la hay en la abogacía, en la medicina, en el periodismo o en la ingeniería. Porque desde que el hombre es hombre la corrupción es un mal que asola a todas las sociedades. Bien es verdad que en muy distintas medidas. Pero no hay certeza histórica de que haya existido una sociedad libre de esa lacra. Y cuanta más transparencia informativa hay, más se sabe de este tipo de corruptelas.

Podemos es un partido de aluvión. En el que de la noche a la mañana se llenaron las sedes de gentes deseosas de participar en una rebelión –acomodada– contra una clase política que les había llevado a una calidad de vida muy inferior a la que habían disfrutado antes. Y a la que creían tener «derecho» a recuperar sin necesidad de hacer mayor esfuerzo. Pero aunque sea de aluvión, sigue siendo marxista y eso obliga a controlar cuidadosamente quién es aceptado bajo tu bandera. Por eso concurren a las elecciones municipales y autonómicas bajo otros nombres sin temer que los electores puedan confundirlos. Porque como ocurría cuando Batasuna mudaba de marca electoral, los unos reconocen a los otros con facilidad. Y en el caso de Podemos, no deberán rendir cuentas de los desmanes e incompetencias que puedan demostrar los concejales que sean elegidos el próximo día 24 en municipios de toda España.

Es un partido, en fin, que en su primera purga ha perdido un tercio de sus rostros generalmente identificados con Podemos por el electorado televidente. Y en los dos tercios restantes, Iglesias y Errejón, sigue habiendo uno con un caso de corrupción flagrante. Hay quien sostiene que esta «limpia» va a reforzar el partido porque Juan Carlos Monedero ya estaba identificado con la corrupción por la ciudadanía. Es posible, porque ya sabemos que en España la corrupción tiene costes electorales elevados para la derecha, mucho más que para la izquierda. Pero también es cierto que han perdido uno de los elementos definitorios de lo que fue el éxito demoscópico de Podemos. La lógica según la cual su salida ayuda a consolidar un partido más centrado y con eso un resultado electoral potencialmente mejor, es, cuando menos, dudosa.

Opciones más centradas y en auge existen ya. Y pescan en todos los caladeros. Probablemente también en el de los indignados que si estaban dispuestos a votar a Podemos, también lo estarán a candidatos que no han ejercido cargo público ni un minuto de su vida y que ahora aspiran a ser alcaldes o a presidir comunidades autónomas. Porque eso es lo que se está planteando en este año electoral. Que la salida de la crisis económica, tan costosamente encarrilada, sea gestionada en este momento por gentes como Podemos o Ciudadanos.

Que las perspectivas económicas razonables que tenemos ante nosotros se vean finiquitadas por quienes creen que la economía marxista o chavista es lo que necesitamos o por quienes han traído a un teórico de la London School of Economics que, como comprobó Antonio Jiménez en 13TV, no sabe lo que es un contrato por obra.

El auge y caída de Juan Carlos Monedero puede tener una relevancia política nunca antes vista en un integrante de un partido que no ha gobernado ni una pedanía.

RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 02/05/15