LIBERTAD DIGITAL 22/09/15
· Planea trasladarse a los Estados Unidos o Canadá en un año y medio, después de abrir un «proceso constituyente» en Cataluña.
El presidente de la Generalidad, Artur Mas, opta por última vez a unas elecciones autonómicas. Considera que ya ha cumplido y así lo ha comunicado a sus interlocutores cotidianos. No es un rumor. Mas pretende ser reelegido para dar pie a un gobierno de concentración y unas nuevas elecciones, ya en un estado independiente, en un año y medio. Es lo acordado con ERC. Tras dieciocho meses de afanes parlamentarios para dar forma a la república catalana, Mas convocaría unas nuevas elecciones en las que ya no habría plataformas unitarias, sino que concurriría cada partido por su cuenta. Y él ya no estaría en la parrilla de salida. Con el «proceso» culminado termina su carrera política.
Su vida pública se aproxima al fin. Gane o pierda el próximo 27S, no volverá a presentarse a unas elecciones. Eso lo que ha declarado por activa y por pasiva a su entorno directo. Si logra ser investido otra vez presidente de la Generalidad dará paso a una legislatura corta, según las directrices acordadas con ERC. No durará más de un año y medio. Ese es el plazo máximo que se ha dado el propio Mas para abandonar España y ocupar algún cargo empresarial en el extranjero. Grifols es la empresa que suena con más fuerza para dar cobijo a Mas. Se trata de la tercera farmacéutica mundial, multinacional catalana y principal benefactora de Convergencia.
Su presidente, Víctor Grifols, fue quien le dijo al «president» que no se acobardara ante el Estado. Fue en abril del año pasado durante la inauguración de una planta de la multinacional española en la localidad barcelonesa de Parets del Vallés. Grifols es el empresario de más calado partidario del separatismo, una referencia para los demás empresarios de Mas. Su mercado supera los límites de España, aunque gran parte de su expansión se cimentó en las enormes beneficios obtenidos a partir de los años ochenta en el área de los suministros hospitalarios en toda España.
Y Víctor Grifols es también quien le habría prometido un puesto directivo en su organización. La empresa aludida lo ha negado por activa y por pasiva e incluso a través de un comunicado. En cualquier caso, todo el mundo da por sentado que Mas se marchará de España por una larga temporada. En su horizonte vital pesa el expediente del 9N, el referéndum ilegal, por el que se le acusa de cuatro delitos. Todavía no está imputado y la fiscalía catalana se está tomando su tiempo, de tal modo que es muy probable que Mas llegue a su final de ciclo político sin tener que haber respondido ante la justicia.
Antes de entrar en política, Artur Mas había trabajado en Tipel, una empresa de los Prenafeta. Lluís Prenafeta era la mano derecha de Jordi Pujol y el joven por entonces Arturo -«Arturu» le llamaban- trabajaba codo a codo con el mayor de la saga de los Pujol, Jordi Pujol Ferrusola, alias «Junior». Al poco pasó a la administración catalana, en el departamento de Industria. Pujol padre ya había puesto los ojos en ese diamante en bruto, un ejemplar perfecto de la Escuela Aula, educación francesa y centro de referencia de las élites condales. Un joven que conoció el nacionalismo en su versión económica de primera mano, la versión del tres por ciento y del todo por Pujol y Cataluña.
Desde que se convirtió en jefe de la oposición convergente en el ayuntamiento de Barcelona, a primeros de los noventa, Mas no sabe lo que es trabajar en la empresa privada. Sin embargo, las dos décadas y media de actividad política le han proporcionado una agenda profesional inigualable. Ha declarado a sus más cercanos que él no será una carga para la administración, que renunciará al despacho en el paseo de Gracia, a los funcionarios de la oficina del expresident, a la escolta y al coche oficial. La pensión es otra cosa. Son más de cien mil euros anuales.
En cuanto a la relación con Grifols, el menor de sus tres vástagos Artur Mas Rakosnik, estudia en Canadá y la farmacéutica tiene presencia allí, lo que habría inducido las primeras informaciones sobre el próximo destino del Mas y su esposa, Helena Rakosnik. Por cierto, los Mas-Rakosnik pronto serán abuelos. Su hija Patricia, casada hace dos años, está en estado de buena esperanza.