Primero fue la ausencia de Madame Francina, aquejada de una indisposición al parecer leve. Gómez de Celis, gestualidad austera y rictus de villano de serie B, la sustituyó en el púlpito de una Cámara resacosa tras el pacto sobre los jueces que apenas se centró en atender a la tediosa liturgia de la sesión de Control. Sobrevino luego el anuncio de que Sánchez cancelaba de nuevo y por sorpresa su agenda, esta vez por dos días por ‘un hecho inexcusable‘. El Hemiciclo derivó en un trasiego de dudas y cábalas, en una especie de patio de corrala en el que los congregados se daban codazos y aventaban todo tipo de teorías, mayoritariamente erradas. Más tarde se conoció que la causa de la anunciada baja se debía a una cuestión familiar, el fallecimiento de su suegro, y una pesarosa normalidad volvió al patio del Congreso.
Un gesto impropio de Sánchez, quien quizás flojea y hasta puede estar pensando en aprovechar la victoria de Le Pen en Francia para convocar de nuevo a las urnas con la excusa de la alarma antifascista
Fue Miguel Tellado, el látigo del PP, quien realizó la pregunta de la jornada: «¿Qué les pasa, se les ha muerto el gato?» Lo decía por la aspecto tristón y apagado de los socialistas y sus socios, aún sorprendidos por el inesperado acuerdo ‘con los ultras del PP’, como le recordó Cayetana Álvarez de Toledo a Félix Bolaños, coautor de la entente de Bruselas. «Diga ahora, sí querido Patxi, los jueces elegirán a los jueces, y pida ya mismo desde su escaño la dimisión del Fiscal General del Estado». No lo hizo. Ni le dijo nada a Patxi, que horas antes había puesto en duda alguna parte del contenido a la transacción, ni rozó con sus palabras la toga del Fiscal General del Gobierno. El aludido, tan romo y pasmado como el resto de su grupo, tan sólo acertó a lanzar decenas de parabienes sobre el pacto en cuestión, una especie de autohomenaje mal disimulado, con el que levantar la moral de su tropilla, que ha recibido la novedad sobre el CGPJ como una cesión impotable a la internacional ultraderechista y a los agitadores del bulo y el fango. A falta de conocer el entero guion, la cofradía del progreso entendió este paso como una señal de debilidad, un gesto impropio de Sánchez, quien quizás flojea y hasta puede estar pensando en aprovechar la victoria de Le Pen en Francia para convocar de nuevo a las urnas con la excusa de la alarma antifascista. Cataluña y su laberinto tienen la última palabra.
Los voceros separatistas no colaboraron en despejar las dudas. Se explayaron en arañar la pela y la pasta, su tema favorito. También en el PP algunos oradores se fueron por ese sendero de una aridez superlativa. Vamos a ver. Aunque la creación del mundo se puede narrar en medio folio, como decía el veterano redactor jefe, la financiación autonómica no se puede debatir en tres minutos. Pues bien, tanto Cuca Gamarra como Elías Bendodo se adentraron en ese zarzal inhóspito con el éxito previsto. Como la vice-uno Emejota Montero lleva unas semanas eclipsada, ni siquiera el tema dio para completar alguna puñada dialéctica, antaño tan aplaudidas. La titular de Inclusión, una ignota Elma Saiz, incomprensible recitadora de bobadas, recurrió a Milei como argumento de su argumentario municipal. Hasta los suyos se preguntaban en la cafería qué narices pinta esta señora, con aspecto de figurante en un óleo del Greco, en el Ejecutivo. Claro que a muchos les dio por sacar luego a colación a Bustinduy, Urtasun, Rego… y optaron por cambiar de tema.
El revoltijo de begoñas y koldos
Feijóo, henchido de satisfacción, había mostrado el camino. No sólo reclamó la dimisión de don Alvarone, uno de los protagonistas de la fiesta, sino que le exigió a Sánchez (antes de su salida) que se siente ante la Cámara y los medios y dé explicaciones sobre los episodios más oscuros en torno a su familia, las residencias fastuosas, los contratos oscuros, los viajes de lujo, los apaños varios, es decir, todo ese revoltijo secreto de koldos y begoñas que salpica en forma creciente a la Moncloa.
Lo inesperado de la mañana sucedió con la aparición de Pedro Navarro, el diputado aragonés del PP, máximo experto en begoñismo, quien le lanzó toda la panoplia de asuntos candentes que envuelven a la muy turbia actividad profesional de la esposa del presidente, animada en las últimas horas por la petición a la Sepi de la documentación sobre el rescate de Air Europa, ¡peligro, peligro! Entre sudores y aspavientos, el destinatario del interrogatorio, Jordi Hereu, titular de Industria y Turismo, quien aparecía en la famosa foto de Punta Cana y cuyo departamento financió actividades de alguna de las empresas que ella lideraba, no logró recitar alguna palabra sensata y optó por argüir que ‘apenas le he entendido algo’. A esas alturas, en el banco azul sólo quedaban los restos de Montero, una Teresa Ribera deshilachada, la tenebrosa faz de Marlaska y algún semoviente con cartera cuya ausencia nadie habría echado en falta.
Episodios de corrupción
«Para usted la perra gorda», le había ofrecido Sánchez, como toda respuesta, al líder de la oposición en sus reclamos de transparencia sobre los episodios de corrupción en su entorno y en su Gobierno. Una forma como otra cualquiera de asumir que en el acuerdo de Bruselas, ese gato del que hablaba Tellado, algún pelo se había dejado en la gatera.