Virginia Arroyo tiene sólo diecinueve años, se presenta a estas elecciones municipales por el Partido Popular y la noche del viernes un grupo de ocho ‘hombres de paz’ y de ‘amantes del diálogo’ le dieron una paliza por estar pegando carteles electorales en Bilbao. Así de democráticamente empieza la campaña para las municipales vascas.
Virginia Arroyo tiene sólo diecinueve años, se presenta a estas elecciones municipales por el Partido Popular en el cuarto puesto de la candidatura de Ermua y la noche del viernes un grupo de ocho ‘hombres de paz’ y de ‘amantes del diálogo’ le dieron una paliza por estar pegando carteles electorales con la cara de Basagoiti en las calles de Bilbao. Así de democráticamente empieza la campaña para las municipales vascas. A Virginia le acompañaba otra militante del partido, Nerea Alzola, que últimamente ha sido también noticia porque esa misma gente encantadora y amante del ‘proceso de paz’ le ha pintado en dos ocasiones una diana con su nombre en las proximidades de su domicilio. A Nerea, que es la candidata a alcaldesa de Sondika y que en su día perdió un trabajo por ser del PP, también le agredieron durante la madrugada del viernes esos pacifistas un tanto extraños, pero la peor parte se la llevaron sus dos escoltas que ahora se hallan de baja, el uno con una rodilla, un tobillo y un ojo lesionados, y el otro con la lengua partida, un pie con yeso y un collarín alrededor del cuello.
Yo hoy quiero dedicarle esta columna con todo el corazón a ese diente que Virginia no se rompió nunca jugando y que había logrado sobrevivir a todas las batallas, los partidos de fútbol y de baloncesto, los saltos de trampolín, los juegos de su infancia y de su adolescencia. Virginia ya no cree en el ratoncito Pérez. Virginia es mayor de edad pero no ya desde hace un año, que es el tiempo que ha pasado desde que puede votar y representar al partido que le gusta en una lista municipal, sino desde la edad de dieciséis en la que entró en las Nuevas Generaciones del PP y comenzó a tener problemas en el colegio. Porque en Euskadi hasta en un colegio de monjas se puede tener problemas por decir lo que se piensa. En la clase de Virginia había una docena de niñas que se hacía llamar ‘el sector radical’ y que arremetía contra ella a base de insultos y amenazas cada vez que sus mayores hacían exactamente otro tanto con María San Gil o con los concejales y militantes de ese mismo partido. Virginia ha sido un caso de ‘bu-llying’, del ‘bullying’ que en el País Vasco heredan de los mayores los niños. A Virginia una compañera de clase que había aprendido lo peor de sus padres le ordenó una vez que se bajara del rodapié en el que estaba subida porque le estaban dando ganas de empujarla por la ventana. Pero, como le decían a su madre las monjas de ese cole para tranquilizarla, ‘Virginia se defiende muy bien con la palabra’.
Virginia, guapa, valiente, aunque ya seas mayor, pon ese diente que te han roto los fascistas bajo la almohada esta misma noche para que el ratoncito Pérez, el ratoncito ‘maketo’, te traiga, nos traiga a todos mañana la democracia a esta tierra.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 14/5/2007