¿De verdad le interesa al PNV un adelanto electoral, o le sería más rentable dos años más de Gobierno débil en Madrid, jugando su papel de socio privilegiado? Estamos ante los movimientos de una política de intereses de vuelo corto y Zapatero tiene que conocer también los de sus oponentes.
Tanta prisa tiene el PNV por marcar los tiempos en la negociación de los Presupuestos del presidente Zapatero que ni ha respetado el paréntesis festivo del País Vasco. Los dirigentes nacionalistas irrumpieron en el escaparate, la pasada semana, en tromba. Con la virulencia de un huracán y la intensidad de una tormenta. Andoni Ortuzar, Urkullu y Erkoreka han encabezado la ‘operación desgaste’ del lehendakari, mientras Patxi López degustaba bacalao en el centro de Bilbao con sus compañeros de partido de toda la vida, en plena celebración de la Aste Nagusia. Desde que el PNV perdió el poder de Ajuria Enea, la razón de su existencia política ha pivotado en torno a la necesidad de socavar al presidente del Ejecutivo vasco, por encima de los intereses de la sociedad, que necesita, en época de crisis, más estabilidad y cooperación y menos política de fontaneros afanados en tareas puramente partidistas. Y lo ha hecho con un estilo que ha rozado el desprecio personal y que ha terminado por confundirse con el desapego institucional.
El curso político del PNV ha quedado ya inaugurado con tres ‘perlas’ dejadas sobre la mesa que no tienen desperdicio. Que Zapatero les necesita para apoyar sus Presupuestos y que, por lo tanto, su cotización en la bolsa del Congreso de los Diputados se ha disparado al alza. Que si el lehendakari interviene en la negociación del PNV con Zapatero, su actitud será considerada como una «interferencia». Y desde el nivel más bajo esgrimido por el presidente de los jelkides vizcaínos, exigiendo al lehendakari «que no moleste». Hasta aquí las cartas sobre la mesa. De manual. Con la maña con la que está acostumbrado a desenvolverse el PNV en los «puenteos» de interlocutores, cuando se trata de partidos de implantación nacional. Buscan a los máximos dirigentes en Madrid para negar la autoridad de los mandatarios vascos.
Nada ha cambiado en este estilo desde la etapa del veterano Arzalluz que, para negar el pan y la sal a Jaime Mayor Oreja, fue capaz de pasearse con Álvarez Cascos por Getaria y recibirlo en el txoko de Sabin Etxea. Ahora que el presidente Zapatero sufre la soledad parlamentaria que él mismo se ha buscado quizás no lo sabe, pero tiene un dilema de alta política. Si su mirada cortoplacista se centra en la aprobación de los Presupuestos de 2011 tendrá que calibrar dónde está el equilibrio para que, cediendo las mínimas exigencias al PNV, no provoque un daño colateral irremediable en Ajuria Enea. El PNV, con el maquillaje del traspaso de competencias, se adorna con el discurso del pleno desarrollo autonómico, como si el partido socialista, que gobierna en el País Vasco, persiguiera intereses contrarios a la comunidad. «¡Nadie más interesado que el lehendakari para que lleguen las competencias que deberán ser gestionadas por el propio Gobierno!», recuerda José Antonio Pastor para insistir en que, detrás de la aparente gestión estatutaria, los nacionalistas persiguen uno de sus objetivos rupturistas con el Estado quebrando la caja única de la Seguridad Social para retornar por el camino más largo al fracasado plan soberanista de Ibarretxe. Y ésas son dos rayas rojas que si se traspasan conmocionarían la política vasca y española forzando una nueva inestabilidad de efectos imprevisibles.
A mediados de setiembre, cuando empiece el intercambio de cromos, el PNV lanzará un órdago: «o nosotros o adelanto de elecciones». Pero ¿de verdad le interesa al PNV un adelanto de elecciones o, por el contrario, obtendría más rentabilidad en dos años más de gobierno débil de Zapatero jugando su papel de socio privilegiado? Estamos ante los movimientos de una política de intereses de vuelo corto y Zapatero tiene que conocer también los de sus oponentes. Si durante los mandatos nacionalistas el PNV presumía de ir a Madrid a traer inversiones para Euskadi, ahora «va a hacer la oposición al País Vasco». Lo suele recordar Antonio Basagoiti. Los nacionalistas se saben imprescindibles y, por eso, se permiten decir que «el problema de Zapatero no se lo resuelve López sino el PNV». La pregunta debería ser: ¿los problemas de la comunidad vasca que viaja en el mismo barco de la crisis que el conjunto de España quién los resuelve?
Los socialistas, liados en la batalla de las primarias de Madrid y desconfiados de lo que pueda hacer el presidente Zapatero, al que el propio lehendakari le pidió lo que no tiene («fortaleza»), van a jugar con fuego a partir de esta semana. Convergencia i Unió ya les anunció que no les apoyaría en los próximos Presupuestos. La necesidad de que el PNV les permita salir del trance puede llevarles a cometer errores de difícil explicación en una campaña electoral. Txiki Benegas, recuperado ya de un pequeño accidente vascular, estará junto con Eduardo Madina en la primera línea de la negociación. El pacto de estabilidad que disfruta ahora el Gobierno vasco, con el apoyo del Partido Popular, ha sido una apuesta que está siendo muy ponderada en toda la opinión pública española.
Si Zapatero vuelve a tener tentaciones de cambiar de cartas en plena partida, deberá valorar las consecuencias. Sus compañeros en Euskadi le han alertado ya del cambalache que pretende el PNV y de que, si renuncia ahora a la apuesta por el cambio en el País Vasco y los deja abandonados a su suerte, se perderá quizás por décadas la oportunidad de consolidar una Euskadi constitucional y estatutaria.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 30/8/2010