También dijo que se iba porque estaba seguro y tenía pruebas de que hoy habría un tripartito (y repitió 100 veces tripartito), pero si ese pacto para llevar al PSOE a la Presidencia a hombros de Ciudadanos y Podemos existe, ¿de qué sirve su dimisión? Y si su dimisión lo impide, ¿dónde está el pacto? En realidad, había dos pactos que le obligaban, ambos bipartitos. Uno, el del PP y Ciudadanos por el que ningún imputado ocuparía escaño en el Parlamento; otro, la promesa tripartita (la tripitió) que él suscribió ante la opinión pública: «si soy imputado, dimitiré yo; no hará falta que me lo pida nadie». Supongo que si Pedro Antonio Sánchez se puso tan solemne es porque está convencido de su inocencia, pero dado cómo las gastan los jueces, la prudencia más elemental y el recuerdo de Rita Barberá (y de cómo Rajoy abandona a los suyos) deberían haberle llevado a evitar tan grave compromiso personal. Si lo hizo, y por tres veces, ese es el verdadero tripartito que le ha perseguido.
Hace 15 días, Sánchez era proclamado presidente del PP murciano como candidato único y apoyado por Rajoy. Ayer, Rajoy enviaba a Maillóteles con la cicuta. Y lo sucedido tiene tres causas: la costumbre de los políticos de que no hay que cumplir lo que se promete, la costumbre de los partidos de defender lo indefendible y la costumbre de Rajoy de declarar indefendible sólo lo que le aburre defender. Sánchez ha dimitido porque pensó que esa costumbre caníbal de Rajoy no le alcanzaría. Pero lo peor del sepelio retransmitido ayer por el difunto es que ningún joven valioso y de derechas se meterá a político en Murcia.