ARCADI ESPADA-EL MUNDO
La propaganda demócrata, es decir, socialdemócrata, se ha aprestado a hacer de Donald Trump el autor intelectual de la matanza, sin ni siquiera reparar, en su fanatismo, en lo que supone llamar intelectual al presidente de América. Ni siquiera les arredra que uno de los párrafos finales del texto desvincule a Trump: «Mi ideología no ha cambiado en varios años. Mis opiniones sobre automatización, inmigración y el resto son anteriores a Trump y su campaña presidencial. Pongo esto aquí porque algunas personas culparán al presidente o a ciertos candidatos presidenciales por el ataque. Este no es el caso. Sé que los medios, de todos modos, me llamarán supremacista blanco y culparán a la retórica de Trump. Los medios son infames por las noticias falsas. Su reacción a este ataque probablemente lo confirme». Crusius está loco, pero no es tonto.
La socialdemocracia denuncia a Trump porque ve en las palabras del asesino el discurso del odio. Mal visto. En el texto, los hispanos son un efecto colateral. Es verdad que Crusius prefiere matar hispanos que americanos, pero la decisión es simétrica al que quiere trabajo para los indígenas y deportación para los otros. ¿Simétrica, oís? La cuestión de fondo no es el odio, sino el apocalipsis. Como tantos otros asesinos, Crusius cree que el mundo se acaba. Qué más dará adelantarlo unas horas. El discurso del apocalipsis es muy dañino. Pero su prestigio intelectual (¡sin reparar en lo que supone llamar intelectuales a los cenizos!) y su transversalidad dificultan la denuncia. Eso que dieron en llamar Crusius es el único responsable de la matanza. Pero si hacemos discursitos que empiecen por callar los apocalípticos de todos los partidos.