Javier Zarzalejos, EL CORREO, 24/3/12
El lehendakari Patxi López ha pasado de la cocina al diván. En una sorprendente reproducción del discurso de la denominada izquierda abertzale, López ha expresado sus dudas sobre la procedencia de exigir a ETA que pida perdón. «La petición de perdón –reflexionaba el lehendakari en Radio Euskadi el pasado día 12– es un concepto muy cristiano, no sé si es necesario». No lo sabe. Claro que la duda que expresaba López era puramente retórica. La primera autoridad de la comunidad autónoma, presidente de un Gobierno sostenido por un pacto con el Partido Popular, exoneraba por sí y ante sí a los terroristas convictos de una condición legal para acceder a los beneficios penitenciarios y de una exigencia política y moral que parecería razonable para comprobar la autenticidad de la reinserción de quien la alegue. Unos días antes, los portavoces de la izquierda abertzale desechaban la exigencia de que los etarras pidan perdón argumentando el carácter religioso del concepto. Así lo declaraban a través de su portavoz para estos asuntos, Miren Ugarteburu, que remataba la faena denunciando que eso de que pidan perdón los terroristas «se corresponde con el imaginario cultural del imperio español de vencedores y vencidos». Ahí es nada. Mas freudiano, López ha concretado: el perdón no sólo es un concepto religioso –lo que, al parecer, ya es suficiente para descalificarlo– sino que además es un concepto cristiano. ¡Y hasta ahí podíamos llegar! Precisamente ahora cuando la sedicente agenda progresista lucha por imponerse en la formulación del final de ETA frente al objetivo de derrota política y operativa de la banda, no iba el lehendakari a permitir contaminaciones conceptuales del cristianismo que ensombrezcan el acendrado laicismo de la izquierda. Lo curioso es que en un asunto de tal valor simbólico, político y moral como el del perdón que deben pedir los terroristas se haya manifestado una coincidencia tan llamativa, tal vez precursora, entre el argumentario de López y el abertzale.
El lehendakari se equivoca una vez más. La cuestión no es el perdón, es la culpa. Pedir perdón y otorgarlo es una decisión personal. Pero la culpa es una deuda de reparación, hacia la sociedad y las víctimas, exigible a través de la Justicia y la ley
Si el lehendakari considera que pedir el perdón es una exigencia exorbitante que, por cristiana, no hay que plantear a los terroristas, tendrá que convenir entonces en que tampoco las víctimas tienen deber alguno en relación con ese perdón y que insistir en los sacrificios que a aquellas se les pide que hagan en aras de la reconciliación –¿concepto budista acaso?– significa ejercer sobre ellas una violencia moral que no tienen por qué soportar.
¿Y qué me dicen de la culpa? Porque si el perdón está fuera de lugar la culpa se desvanece. La culpa sí que es un concepto judeocristiano donde los haya, aplicable tanto al delito como al pecado, con muy mala prensa en los paradigmas educativos y culturales del progresismo que ven en este concepto un instrumento de represión de la ideología dominante y una patología propia de mentes atormentadas.
Mientras que el lehendakari ha sido muy explícito sobre la cuestión del perdón, en relación con la culpa sólo nos ha dejado entrever una pequeña parte de su pensamiento. Pedía López que, en vez de pedir perdón, ETA reconociera su responsabilidad por el daño causado. Si de esto se trata, ETA no tendrá excesivas dificultades en hacerlo. Le bastará con reeditar cada comunicado en que se atribuía la autoría de sus crímenes, no sólo reconociendo su ‘responsabilidad’ sino ofreciendo, además, abundantes detalles sobre la condición culpable de la víctima que le hacía merecedora de su suerte a manos de la banda. Porque la perversión terrorista consiste en desplazar la culpabilidad hacia la víctima. Víctimas culpables de ser policías o guardias civiles, militares o ertzainas. Víctimas culpables de ser empresarios o concejales, de escribir o hablar. Simplemente culpables de pasar por allí cuando estalló la bomba. Que ETA es responsable no lo discuten ni ellos. Tampoco lo quieren esconder. Todo lo contrario. Es esa responsabilidad de la que se jactan, la que quieren ver reconocida y legitimada, a la que se refieren elogiosamente sus asociados políticos legalizados cuando recuerdan lo mucho que ETA se ha sacrificado… matando a los demás y lo importante que ha sido. ETA es responsable de todo el daño causado pero también, y sobre todo, es culpable. Queda para los presos pedir o no perdón por sus crímenes. A ninguno se le va a obligar. Seguramente la mayoría de las víctimas no espera que se lo pidan ni siquiera lo desea. Pero si los presos pretenden acogerse a posibles beneficios de la ley, no pueden borrar el rastro de su culpa, una culpa que debe estar presente tanto en el arrepentimiento como en la contumacia.
El lehendakari se equivoca una vez más. La cuestión no es el perdón. O, al menos, no es sólo el perdón. La cuestión es la culpa, que es lo que hace del terrorismo un crimen y no “la expresión violenta de un conflicto político”. Los terroristas deberían pedir perdón a sus víctimas como una elemental reparación moral. La inmensa mayoría no lo harán. No están obligados a ello. Pedir perdón y otorgarlo es una decisión personal. Pero la culpa es una deuda de reparación, hacia la sociedad y las víctimas, exigible a través de la Justicia y la ley. Y sólo a través de la Justicia y la ley puede ser saldada. Pidan perdón o no.
Javier Zarzalejos, EL CORREO, 24/3/12