Lucía Méndez, EL MUNDO 18/12/12
«Entre España y Catalunya ocurre como en un divorcio. En el momento de abandonar el domicilio, el marido duda, deposita la maleta en el suelo y jura que si se le permite regresar ayudará en las tareas de la casa. Demasiado tarde. Sus discusiones y querellas han vuelto sordos a los cónyuges».
Oriol Pujol explicó así a un periodista de Le Nouvel Observateur cuál era su visión de lo que está sucediendo entre Cataluña y el resto de España. Fue a primeros de diciembre, una vez pasadas las elecciones y habiendo perdido ya CiU en las urnas su apuesta por un divorcio exprés. Para entender la parábola del divorcio -la familia Pujol es muy dada a las parábolas- hay que advertir que tanto da que el marido sea Cataluña como al revés. Lo que el número dos de CiU quería decir es que, aunque sus planes para vivir fuera del hogar conyugal hayan fracasado de forma estrepitosa, la vuelta atrás es imposible porque existen demasiados agravios.
Artur Mas se encuentra en una situación diabólica, bien es cierto que por su mala cabeza. El líder de CiU, con todo el respaldo de la familia, quiso pedir unilateralmente el divorcio y el órdago no le salió bien. Una vez que se encontró solo en la calle con su maleta, podía haber intentado volver a llamar al telefonillo diciendo que estaba dispuesto a ayudar en las labores del hogar. Pero no lo hizo. Y ahora tiene que elegir entre dos opciones. En una casa le espera ERC. Allí no sólo le obligarán a hacer las labores del hogar, sino que tendrá que ponerse a las órdenes de las miles de personas que ocupan la comuna. Y el día que decidan echarle de la Generalitat porque no quiere hacer lo que ellos le digan, le pondrán las maletas en la calle. Sin remordimientos. Además, en la casa de ERC se verá obligado a cambiar de costumbres. Los independentistas son mucho menos refinados que los dirigentes de CiU. Artur Mas creyó que Oriol Junqueras era más civilizado y menos frikique Carod, pero se está encontrando con un líder más firme y rocoso de lo que esperaba. El nuevo líder de ERC no se deja convencer por pisar moqueta ni porque le pongan coche oficial blindado y tuneado según sus caprichos.
En la otra casa, la que Mas abandonó dando un portazo, le están esperando. Sería mucho decir que le esperan con los brazos abiertos, pero sí tienen interés en su regreso. Salta a la vista que el PP estaría encantado de que Artur Mas regresara con la maleta, llamara al telefonillo y dijera: oye, mira, en la calle me he dado cuenta de que mi aventura era imposible, hace mucho frío y desde que crucé la puerta todo han sido desgracias. Igual podríamos replantearnos todo esto que ha pasado y renegociar un acuerdo de convivencia.
Según la parábola de Oriol Pujol, este escenario es imposible porque marido y mujer han discutido tanto que están sordos al telefonillo, a los mensajes y a las palabras del otro. Incluso aunque el otro grite. Pero si Mas insiste en no resguardarse en una casa segura y confortable, nadie le arrienda la ganancia.
Lucía Méndez, EL MUNDO 18/12/12