CHAPU APAOLAZA-LA RAZÓN
- Me retiro la mascarilla en un gesto de descaro menor que los tejemanejes del Gobierno con el terrorista Kubati.
Se ha instalado este veranillo de febrero y en la gasolinera de M40 se está mejor que en Copacabana. No sabe uno si echar veinte euros de gasolina o pedirse una piña colada. Van los hombres del tiempo con sombreros de frutas. Los pantanos están vacíos, pero sin duda este tiempo es una invitación a la esperanza.
Me quedo a vivir en la viñeta de Puebla. En ella, un niño y una niña se miran de frente nervios en el patio del colegio y se preguntan: “¿Nos quitamos la mascarilla a la vez?”. En la siguiente escena, rojos de vergüenza, piensan el uno del otro: “Qué guapo es”. Gente mirándose en la acera, eso éramos. Gente evitándose. Aún escapamos los unos de los otros por el miedo de uno, por el miedo del otro, por el miedo al miedo del otro ante uno.
Qué guapa me ha parecido hoy la poca gente que se ha destapado. Sus narices, sus pómulos, las barbillas, las bocas, los labios, los dientes y los surcos nasofaríngeos. Son gente guapa, gente asustada, gentes dispuesta a la vida, que es una cosa muy bella que a veces da un miedo horroroso. Con suerte hemos conseguido sobrevivir, ya es hora de echar a vivir.