Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 8/12/11
A la vista de las reformas que Zapatero ha introducido para mejorar sus condiciones como expresidente, podemos afirmar que el retiro que le espera a este «supervisor de nubes» es bastante más lujoso que el que le puede procurar una simple hamaca.
Recordarán los lectores que hace escasos meses, y con ocasión de la imposición de la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort al catedrático José Manuel Otero Lastres, Zapatero hizo suya la frase de Gómez de la Serna según la cual «el mejor destino es el del supervisor de nubes acostado en una hamaca y mirando al cielo».
Pues bien. A la vista de las reformas legislativas que el Gobierno socialista ha introducido y que afectan directamente a la jubilación del presidente, podemos afirmar que el retiro que le espera a este «supervisor de nubes» es bastante más lujoso que el que le puede procurar una simple hamaca.
Tal es el caso de la reforma de la Ley que regula el Consejo de Estado que Zapatero llevó a cabo a los pocos meses de llegar al Gobierno y por la que se creó un cargo vitalicio para expresidentes con un sueldo de 75.000 euros al año, compatible con su ya de por sí esplendida pensión de 70.000 euros anuales. Hasta entonces tan solo había en España dos cargos vitalicios: el del Rey y el de Consejero Permanente del Estado. Este último cargo lo ocupan juristas de reconocido prestigio, quienes, a través de la Comisión Permanente, despachan semanalmente con el excelente Cuerpo de Letrados, haciendo que la maquinaria administrativa funcione conforme a Derecho o advirtiendo, por ejemplo, de cuando la sombra de la ilegalidad pueda cernirse sobre la actividad reglamentaria del Gobierno, entre otras muchas funciones. El carácter vitalicio sirve, precisamente, para dar continuidad a esta labor y garantizar su independencia.
La reforma de Zapatero, sin embargo, introdujo, un tercer cargo vitalicio, el de Consejero de Estado Nato de los expresidentes del Gobierno, algo absolutamente injustificable tratándose de personas que ya no ocupan cargo alguno y tratándose de un órgano administrativo que lo que requiere son personas con formación técnica. Se trata, además, de un puesto al cual el expresidente podría incorporarse en cualquier momento de su vida.
No menos abusiva es la reforma del Estatuto de los expresidentes del Gobierno que Zapatero llevó a cabo en 2008, en plena irrupción de la crisis económica. Lejos de rebajar las prerrogativas, privilegios o remuneraciones vitalicias que ya se concedían a los expresidentes del Gobierno, por el mero hecho de serlo, Zapatero las aumentó para conceder de por vida a sus cónyuges coche oficial con chofer y guardaespaldas.
Entiéndasenos bien: nadie cuestiona que los expresidentes reciban a partir del momento de su cese la consideración debida, lo cual abarcaría, por ejemplo, ocupar el lugar protocolario que les corresponda y gozar del apoyo de los servicios de la representación diplomática española en sus desplazamientos fuera de España. Pero en 2008, año en que ya era evidente la crisis económica que seguimos padeciendo, debía haber sido el momento de suprimir otros privilegios, mucho más discutibles, como el de que a un expresidente del gobierno se le sufrague dos «asistentes» a su cargo, inconcretos «gastos de oficina», atenciones de «carácter social», alquileres de inmuebles o el libre pase en las compañías de transportes terrestres, marítimos y aéreos regulares del Estado. Todo ello –insistimos- aparte de su esplendida pensión.
Lejos de suprimirlos, Zapatero los ha aumentado con los referidos privilegios para los cónyuges. Será que los necesita para supervisar las nubes desde la hamaca. ¿O será para cantar a la «famélica legión»?
Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 8/12/11