- Por mucho que le gustara al exconcejal madrileño que jamás ha ganado en su tierra, Madrid no se ha ido a negro. Y eso que Beatriz Corredor empezó su carrera en San Blas
Hoy se celebra el Dos de Mayo. Nada gustaría más al régimen que los madrileños vivieran esa fiesta no como explosión de feria y compromiso patriota, sino como una imposición de la derecha cavernaria, como una fiesta carente de calor popular inventada por la fachosfera alimentada por Miguel Ángel Rodríguez. De hecho, Pedro Sánchez y Óscar López han montado a Ayuso otro Dos de Mayo en el Parque del Oeste, como si fuera un acto clandestino. A falta de ofrecer a los madrileños un proyecto, el sanchismo, achicharrando a ministros, entrenadores de baloncesto y catedráticos de Metafísica, sigue montando show alternativos, que son un homenaje impagable al ridículo. Si en 2023 acabó con el ministro Bolaños expulsado de la tribuna de autoridades porque no había sido invitado a la Puerta del Sol, este año se ha convertido en un nuevo motivo de gimoteos del sanchismo.
El camposanto socialista de Madrid está poblado de tumbas de falsos héroes derrotados por el voto de los madrileños, enviados a luchar contra el liberalismo invicto de Gallardón, Esperanza, Cifuentes y Ayuso. A los únicos candidatos que no fueron reclutados por el líder, ayer Zapatero hoy Sánchez, ya se encargó de ejecutarlos directamente Pedro: así fue con Tomás Gómez, así ha sido recientemente con Juan Lobato. Y la mejor metáfora de la impotencia de la izquierda en Madrid es que el único presidente socialista de la región, Joaquín Leguina, ha sido expulsado del partido y encima se ha hecho ayusista. Pura fantasía. Hoy Pedro tiene a Óscar López y a Reyes Maroto castigados, sufriendo el martirio. El ministro y candidato regional, enfangado hasta los codos en el chapapote del fiscal general, y la aspirante municipal, que se ha revelado como una interlocutora asidua y entregada de Aldama, al que negó diez veces. ¿Qué puede salir mal para el PSOE en Madrid?
Esa obsesión de Sánchez contra Ayuso ha obrado el efecto contrario al que el presidente pretendía: ha sido un polo de atracción de miles de votos para el PP de Madrid. Y por mayo, el sistema inmune de la región capital de España se activa contra la agresión de un presidente oriundo de Pozuelo de Alarcón que odia a sus conciudadanos. Pedro puede movilizar a tertulianos, a Álvaro, a Cándido, a Pepe Félix y a todo el Consejo de Ministros para acabar con su adversaria. Pero Moncloa sabe que el sanchismo nunca gobernará aquí y por ello su corazón, que se alimenta de la discordia y de la intoxicación, le mueve a la última ocurrencia, que ha sido privar a la Comunidad de su querida y entrañable parada cívico-militar. El caprichoso dios de la Moncloa nunca se ve saciado suficientemente. Hasta Margarita Robles ha tenido que echar una mano para que suceda tal despropósito.
España es tan especial que su última gran gesta contra un invasor extranjero solo se celebra en una Comunidad (si bien hay algunas pequeñas localidades que lo hacen) y eso gracias a que de prisa y corriendo hubo que elegir una fecha para celebrar la Autonomía capitalina: el Dos de Mayo. También en esto, que no se note que España fue un imperio que reinó en medio mundo y que logró hazañas históricas. Los madrileños, siguiendo el ejemplo del pueblo de Móstoles en 1808, han convertido su región en una ciudad encantada, que lucha por su independencia y se defiende de las arremetidas sectarias de uno de sus forzados vecinos, empadronado en el Palacio de la Moncloa. Ayuso les ha birlado la bandera del pueblo a los que se pavoneaban de enarbolarla. Solo ha necesitado mezclarse con la gente, en la calle, en la barra de los bares donde se habla de fútbol, de los impagos a los autónomos o del cierre de la peluquería de la esquina, para entender y atender los problemas de los madrileños y que estos, como demostraron en las dos últimas elecciones autonómicas, la consideren una de los suyos.
Ha mandado a la lona a un vicepresidente del Gobierno, a un catedrático socialista, a un presidente del PP, y sueña con cobrarse la pieza mayor, a la que desquicia con solo abrir la boca: Pedro Sánchez. Madrid celebra hoy con sus cañas, sus tapas, con gente venida de toda España y la ausencia –solo física y por imperativo jerárquico– del Ejército, su día, indiferente a los insultos de Rufián, a las hostilidades de Sánchez o a su difamado dumping. Por mucho que le gustara al exconcejal madrileño que jamás ha ganado en su tierra, Madrid no se ha ido a negro. Y eso que Beatriz Corredor empezó su carrera en San Blas.