La VIII Asamblea General del PNV discurrirá entre hoy y mañana con imágenes móviles de la izquierda abertzale como telón de fondo. Los lugares comunes de la salida que se pospone de la pandemia, la identificación de los asistentes con el destino del pueblo vasco, o los interrogantes sobre la continuidad del binomio Ortuzar-Urkullu después de 2023, podrían palidecer en el cónclave jeltzale ante la querencia por el dribling de la formación que lidera Arnaldo Otegi. EH Bildu anunció ayer, aprovechando una pregunta de control parlamentario al lehendakari, que no presentará enmienda a la totalidad al proyecto presupuestario del Gobierno vasco, para facilitar así el diálogo con el Ejecutivo de un Urkullu que pareció estar sobre aviso. Ello cuatro días después de adelantarse al PNV en su apoyo a las Cuentas de Pedro Sánchez, tras conceder a María Chivite un acuerdo presupuestario para Navarra. Y seis después de manifestarse a miles en Bilbao tras el lema ‘Lortu arte!’ -Hasta conseguirlo-, en referencia a una «Euskal Herria de libres e iguales».
Hasta la fecha se conoce que, en las negociaciones entre EH Bildu y el consejero Pedro Azpiazu, el Gobierno ha respondido con una oferta de 72 millones a los 118 requeridos por la izquierda abertzale, sobre un total de 13.108 millones. Con lo que el pulso pasa a librarse entre el 0,5% y el 0,9% del total presupuestado, como medida material de la diferencia política. Aunque en la manifestación del 20-N Otegi echaba por tierra la Transición como modelo agotado, tanto la literatura de su alternativa de Presupuestos 2022 como sus propuestas concretas no se salen de un discurso socialdemócrata… de izquierdas. No es necesariamente contradictorio. Solo que, tras sumar la cuantía de las enmiendas presupuestarias, cabe pensar que la izquierda abertzale bien podría limitar los cambios exigidos para esa «Euskal Herria de libres e iguales» a propuestas perfectamente asumibles para el PNV.
La pugna entre el PNV y EH Bildu por asegurarse el papel de ‘socio preferente’ de Pedro Sánchez en el caso del primero y por disputárselo en el del segundo, presenta aspectos hasta ridículos. Olvidándose unos de que corresponde al Gobierno Urkullu representar a Euskadi en sus relaciones con el Ejecutivo central, y los otros de que no pueden salirse de la lógica de reclamar inversión y gasto para la Euskadi que administra sobre todo el PNV. Basta la actualización de la Ley de Concierto Económico en torno a las nuevas cargas fiscales sobre tecnológicas y transacciones financieras para comprobarlo. Pero lo ocurrido esta semana introduce una variable interesante: que frente a las insinuaciones del nuevo secretario general del PSE, Eneko Andueza, de una posible alternativa de izquierdas al hegemonismo jeltzale se abra paso -siquiera en el terreno especulativo- la opción del entendimiento entre el PNV y EH Bildu. Una vez comprobado que solo les distancia el 0,4% de las Cuentas públicas. Si la izquierda abertzale acaba apoyando los Presupuestos de Urkullu no será porque para ello hayan mediado los socialistas.