ALBERTO AYALA, EL CORREO – 29/03/15
· PNV y EH Bildu no están por reeditar el pacto de no agresión de 2011. Podemos puede decantar muchas pugnas, por acción u omisión.
Apenas ha transcurrido una semana de las elecciones andaluzas del pasado domingo y las maquinarias de los partidos se han puesto ya en marcha con la mirada puesta en los segundos comicios del año. Y es que en 56 días se pone en juego la mayor cuota de poder que se dirime en una única llamada a las urnas. El 24 de mayo se renovarán todos los ayuntamientos de España, las juntas generales de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, y los parlamentos de trece autonomías, todas excepto Euskadi, Cataluña, Galicia y la propia Andalucía.
De puertas hacia afuera, existe una amplia coincidencia en partidos, sociólogos, politólogos y periodistas en que de lo ocurrido en la comunidad más grande y poblada de España no pueden extraerse conclusiones de cara a las próximas citas electorales. Sin embargo, de una u otra forma, todos los hacen/ los hacemos.
Cambios
Puede que el comportamiento electoral de los andaluces se repita, o puede que no. Lo que se confirmó en el Sur –una de las regiones electoralmente más conservadoras de Europa, en la que no ha habido alternancia política en 33 años; siempre han gobernado los socialistas– es que el bipartidismo, como lo hemos entendido en las últimas décadas, está seriamente tocado, que no hundido. El futuro inmediato ya no se escribirá a dos (PP y PSOE) sino a cuatro (con Podemos y Ciudadanos). A seis en Euskadi, donde mandan el PNV y la izquierda abertzale.
Un mapa a cuatro, pero de fuerza desigual. Al menos en Andalucía. No es seguro que el esquema vaya a repetirse en Madrid, Valencia o La Rioja. Y es que en el Sur los partidos del ‘viejo’ orden quintuplicaron en sufragios a los nuevos.
Ni socialistas ni populares recibieron un voto de castigo contundente por la corrupción que les salpica. Pero el PP sí purgó con la pérdida de cientos de miles de votos las decenas de decisiones del Gobierno Rajoy que han empobrecido estos años a amplias capas de la población. Medidas que suman y siguen como se ha visto esta semana con la privatización del Registro Civil, que nos obligará a todos a pagar por servicios que hoy son gratuitos. Y de forma regresiva, sin distinción de rentas.
Guarismos, esquemas de poder que poco tienen que ver con los parámetros vascos. En Euskadi todo apunta a que nos encaminamos a otro duelo en las alturas entre las dos fuerzas abertzales, el PNV y EH Bildu. Aunque en determinados ámbitos (Vitoria, Álava) el PP estará en la pelea.
El desgaste nacional no dibuja las mejores perspectivas para socialistas y menos aún para los populares. Los partidos nuevos son una evidente amenaza para los intereses de ambos. Podemos para el PSE, Ciudadanos para el PP. Toda una novedad en este último caso. Y es que mientras que la izquierda siempre ha concurrido dividida a las urnas, el PP ha sido el único referente electoral para los votantes de derecha, derecha extrema y centro derecha desde la desaparición parlamentaria del CDS que fundó Suárez en 1993. Hace unos meses lo intentó el alavés Abascal con Vox, y sufrió un duro batacazo.
Con socio o sin él
Es probable que Podemos haga también pupa a EH Bildu. Y es que aquellos sectores descontentos de la población que en un momento dado podrían plantearse votar a la izquierda abertzale ahora van a tener también la opción de decantarse por la papeleta de los de Pablo Iglesias.
Pero la gran pugna en las alturas va a tener muy posiblemente color abertzale. Y todo apunta a que el día después difícilmente se reeditará el pacto de no agresión de hace cuatro años. En 2011, el PNV decidió renunciar a acuerdos con socialistas y/o populares, y optó por permitir que la izquierda abertzale gobernara allí donde había sido la fuerza más votada. Lo hizo por temor a que los de Hasier Arraiz reaccionaran en clave victimista y ello pusiera en riesgo su gran objetivo: recuperar Ajuria Enea, el Gobierno vasco, entonces en manos del PSE. Lo que conseguirían unos meses después.
Abona esta tesis el difícil momento por el que atraviesan las relaciones entre ambos. Y la presión de la caldera sigue subiendo. Así, los jeltzales no han tenido reparo en integrarse en la candidatura del alcalde de Gernika, José Mari Gorroño, de EA, al que EH Bildu había dejado fuera de su lista. Y la izquierda abertzale sigue lanzando nuevas y graves acusaciones económicas contra la gestión que hizo el PNV en la autopista AP-1.
En círculos políticos vascos pocos dudan de que el día después del 24-M los jeltzales sumarán con el PSE de Idoia Mendia. Lo harán en beneficio mutuo en aquellos ayuntamientos y en las juntas generales en las que den los números. Esa y no otra fue la verdadera razón del pacto de estabilidad que rubricaron en septiembre de 2013, y que ha dado al Gobierno Urkullu una estabilidad que evitó unas elecciones anticipadas.
Podemos –que ha salido un tanto tocado de Andalucía pese a lograr un resultado brillante, por su obsesión en venderse exclusivamente en clave de alternativa de poder– jugará un papel determinante en muchas instituciones, si ese ‘semipinchazo’ andaluz no mengua de forma notable sus hasta ahora óptimas expectativas de voto. Y lo hará, por acción o por omisión.
La nueva formación difícilmente entrará en pactos post electorales que puedan debilitar sus opciones en las generales de fin de año, la única batalla que de verdad parece importar a Iglesias, Errejón y Monedero. Todo un dolor de cabeza para la izquierda abertzale. Y un estímulo para el PNV, que confía en que el tirón de los nuevos no sea el que predicen las encuestas y en que el PSE aguante lo mejor posible el huracán de los morados.
La irrupción de Ciudadanos se presupone de menor alcance. Aun así podría causar un serio estropicio al PP. Particularmente en Vitoria, donde Maroto, que huye de las siglas e insiste en la polémica de los emigrantes y la RGI, sabe que se puede jugar la reelección por un mínimo puñado de votos.
ALBERTO AYALA, EL CORREO – 29/03/15