Editorial-El Correo
España se ha sumido en el desconcierto durante las dos últimas semanas por el histórico apagón aún no aclarado al que se unió el colapso ferroviario entre Madrid y Andalucía. Los incidentes sembraron el caos, lo que ha dado pie al enésimo enfrentamiento entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la oposición sobre si la crisis obedece a un profundo problema estructural o si, por el contrario, es un fallo coyuntural. Pese a la gravedad, el país se ha recuperado con celeridad gracias al brío de los servicios públicos y la fortaleza de la economía, la más dinámica de la UE. Pero la ciudadanía necesita seguridad y señales de fortaleza de parte de su Administración cuando vienen mal dadas. El Ejecutivo de Sánchez acumula sobresaltos sin precedentes que le sitúan ante la peligrosa sensación de fin de ciclo si no logra superarlos con eficacia. Las investigaciones judiciales a su entorno familiar, el calvario de mantener una precaria mayoría en cada votación sin concesiones que acaben en escándalos o las fricciones dentro de su propio Consejo de Ministros añaden lastres que amenazan con agotar su acreditada capacidad de resistencia, sobre todo si se desata otro cortocircuito sobrevenido.