JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-EL MUNDO

¿CAMBIO o continuidad? Antes de que el bipartidismo entrara en crisis (aparentemente para que todo siguiera igual), los expertos en comportamiento electoral solían contarnos que toda elección podía explicarse desde una única pregunta que los votantes se hacían cuando llegaban a la urna: ¿queremos seguir igual o cambiar? Poco importaba si los gobiernos eran de izquierda o de derecha: solo era relevante si los votantes estaban cansados de lo existente y querían cambiar o si, por el contrario, desconfiaban de aquellos que representaban el cambio.

Las elecciones de 1982 fueron unas elecciones arquetípicas de cómo ese deseo de cambio puede convertirse en un tsunami si un partido político interpreta adecuadamente el estado de ánimo de los votantes. Pero ha habido otras: 1996 y 2011, cuando los votantes retiraron su confianza a los socialistas y decidieron confiar en el Partido Popular, y 2004 y este año cuando fue el PSOE el que recogió ese deseo de cambio.

La pregunta ahora es quién representa el cambio y quién la continuidad, de qué están cansados los votantes y qué les puede ilusionar. Sánchez apostó por ser el candidato de un cambio ilusionante a la izquierda, pero ese cambio se ha malogrado al no ser capaz ni de formar un Gobierno de coalición con Podemos ni de obtener su apoyo parlamentario para un Gobierno en minoría. ¿Lo volverá a intentar en noviembre por la izquierda o terminará por girar hacia al centro y buscar los apoyos, aunque en forma de abstenciones del PP y Ciudadanos? ¿A cuántos votantes de izquierdas ilusiona ese giro al centro?

Ahí es donde entra Errejón como un factor desestabilizador. La candidatura de Errejón es el único elemento novedoso de una elección dominada por el hartazgo. El peligro que entraña para el PSOE es que se pueda convertir en un elemento ilusionante que pueda hacer posible a la vez la continuidad (de Sánchez en el Gobierno) y el cambio (que por fin haya un Gobierno de izquierdas); un doble voto de castigo con una sola papeleta a los dos líderes que malograron un gobierno de izquierdas que no abriría el camino a un cambio a la derecha o lo haría con menor riesgo que la abstención. Errejón preocupa al analista fino que sabe cuánto lobo populista hay detrás del cordero transversal. También al experto electoral que avisa de que el voto táctico a Errejón para lograr la continuidad de la izquierda en el Gobierno puede debilitar o incluso malograr esa posibilidad. Pero un votante hastiado y frustrado quizá no tenga tiempo ni ganas ni mirar mucho más allá de la papeleta.