- En estos momentos sólo siete de los treinta dos estados miembros incumplen lo acordado en Gales. El peor, España, que ni siquiera llega al 1,3%. ¿Podría España llegar al 3% al final de la década teniendo en cuenta el tamaño de su deuda?
La confianza depositada por los dirigentes europeos en los votantes norteamericanos se vio defraudada. A pesar del asalto al Congreso, las sentencias en su contra, sus maneras poco elegantes…, Trump gano y será, si nadie lo impide antes por la fuerza, el próximo presidente de los Estados Unidos. Nuestros gobernantes tenían serias razones para estar preocupados. En su etapa previa en la Casa Blanca amenazó con retirar a Estados Unidos de la Alianza Atlántica, a la vista de la baja inversión en Defensa de la mayor parte de los estados miembros. En la cumbre atlántica celebrada en Gales se aprobó, a iniciativa americana, que la inversión mínima sería de la cantidad equivalente al 2% del PIB. No fue el convencimiento sino el miedo lo que llevó a esa resolución. Sin embargo, muchos esperaban que Trump no lograra la reelección y que la exigencia se descafeinara con un demócrata al frente. Biden le derrotó y se mostró algo más comprensivo con los socios europeos, pero la invasión de Ucrania demostró que Trump tenía razón, que los europeos no sólo se habían comportado irresponsablemente en cuanto al mantenimiento de sus Fuerzas Armadas, sino que, además, habían demostrado una gran incompetencia en la gestión de su política internacional.
Trump está de vuelta, con más energía y determinación que entonces. Sabe que fue parcialmente engañado y que ahora dependemos aún más de Estados Unidos para nuestra seguridad. No es de extrañar que, en estas circunstancias, y a instancias del nuevo secretario general de la OTAN, el neerlandés Rutte, los treinta dos estados miembros hayan comenzado a discutir una posición común sobre inversión que amanse al nuevo presidente y evite el cuestionamiento de la propia Alianza. El objetivo establecido en Gales ha quedado obsoleto a la vista del enquistamiento de la guerra de Ucrania, el afán neoimperialista ruso sobre el conjunto de los territorios que en algún momento estuvieron bajo su esfera de influencia, el agravamiento de la crónica inestabilidad de Oriente Medio y, en general, del mundo árabe. El futuro del Magreb y del Sahel preocupan tanto como los efectos en el corto y medio plazo de la expansión del islamismo y el crimen organizado, que aprovechan la corrupción e incompetencia de sus gobiernos.
En estas circunstancias ¿Dónde colocar el listón de la cantidad mínima de inversión? Si de lo que se trata es de calmar a Trump habría que llegar al 2,5 de inmediato para consolidar un 3% al final de la década, según ha informado el Financial Times. Por el contrario, si lo que buscamos, o deberíamos buscar, es garantizar nuestra seguridad el problema es mucho más complejo, porque no se trataría sólo de invertir. El dinero nos permite adquirir capacidades, pero no nos resuelve lo más importante: cuáles. Si no tenemos claro el para qué nos sobra el dinero. No se trata de gastar por gastar sino de dotarnos de aquello que necesitamos para poder garantizar nuestra seguridad en los diferentes frentes que tenemos abiertos.
En la cumbre de Madrid y por imposición de Biden aprobamos un nuevo Concepto Estratégico que calificaba a Rusia de «amenaza» y a China de «reto sistémico» ¿Qué hemos hecho desde entonces para desarrollar estos conceptos, más allá de consumir hidrocarburos rusos y de invitar a China a realizar inversiones en nuestros países? La política tiene su lógica y sus tiempos. Es comprensible, quizás merece elogios, el comportamiento de Rutte animando a estas posiciones de partida sobre inversión, pero el reto real es dotar a la Alianza de una estrategia de verdad, no sólo de un concepto que no va más allá de establecer unos criterios generales. Sin estrategia, sin saber el para qué, las inversiones pueden resultar en otro ejemplar derroche de dinero público que sólo beneficiará a un limitado núcleo empresarial.
En estos momentos sólo siete de los treinta dos estados miembros incumplen lo acordado en Gales. El peor, España, que ni siquiera llega al 1,3%. ¿Podría España llegar al 3% al final de la década teniendo en cuenta el tamaño de su deuda? En un ejemplo de pragmatismo Trump se ha apresurado a aclarar su interpretación del artículo 5º del Tratado de Washington a la vista de estos singulares comportamientos: el compromiso de solidaridad norteamericano sólo afectará a los estados que están al corriente de sus obligaciones.
Sin inversión no hay vínculo de seguridad, pero sin estrategia la inversión puede llegar a carecer de sentido. La agenda atlántica viene marcada por estos dos parámetros y afectada por un entorno geográfico, en la proximidad y en la distancia, que, como poco, da vértigo. No es cuestión de mirar atrás y recriminarnos, sino de fijar nuestra mirada hacia adelante, con responsabilidad, sin más autoengaños, para juntos afrontar un tiempo nuevo.