Gregorio Morán-Vozpópuli

Nada mejor para los negocios que un equilibrio inestable en Europa porque obligará a armarse frente a Rusia y para eso ya está una potente industria de EEUU

Todo fotógrafo sabe que para lograr una buena imagen hay que encontrar el centro. La foto difundida por todas las agencias del mundo de la apoteosis de Donald Trump durante su juramento como presidente está ya en la historia. Una dama de negro riguroso, más alta que los demás por gracia de unos zapatos estilosos, el contraste de una camisita apenas entrevista y la cabeza coronada por un sombrero cordobés maqueado con espléndida cinta blanca. En la misma línea del centro destaca sobre el soberbio chambergo la jeta inconfundible de Elon Musk retando a la cámara.

Lo demás es literatura. Ella porta los dos libros del ritual; de seguro una Biblia y la Constitución. Desconozco si es lo habitual que sea la esposa quien deba llevarlos, pero bien podrían arrogarse ese privilegio quien hace de diosa muda bajo un sombrero cordobés tuneado. El emperador elegido por las masas levanta la mano para jurar, da lo mismo porque se diría que está fuera de plano. Cuando intente darle un beso a la dama no le alcanzará la cara, como un baboso inoportuno; lo impide esa distancia que marca el ala ancha del sombrero y un cierto desdén hacia lo demasiado compartido.

Hay gente que visita el Museo del Prado y se queda contemplando una tela enorme a la que dan en llamar “Las Lanzas” porque está saturada de picas puntiagudas que llaman su atención. Buen y concienzudo trabajo le costó a Velázquez pintar esa “Rendición de Breda” (1635) donde hay tal cantidad de mensajes y personajes como para que un peculiar estudioso de Ciencia Política, el académico don Luis Díez del Corral, le dedicara variadas páginas sobre la oscura decadencia de un imperio enmarañado tras las Lanzas. Una imagen, sea de un fotógrafo curtido o de un genial pintor, atesora más historia que un golpe de vista.

Donald Trump no es un presidente más de los EEUU, de eso no cabe la menor duda. Ha sido elegido democráticamente sin engañar a nadie de su verdadera naturaleza; otra cosa es que mucha gente se deje engañar. Llega con la vitola de delincuente multivariado; desde el ámbito personal hasta el estrictamente político. Si no ha sido condenado es porque se ha indultado a sí mismo, singularidad que sólo se concede, o se concedía, a los emperadores. No está por encima de la ley pero puede reescribirla.

Vivimos tiempos tan extravagantes como para considerar que merece la pena ensalzar a un político porque cumple lo que ha prometido. Y es verdad que resulta algo tan insólito que se acerca a la extravagancia porque nos lleva a la conclusión de que los políticos supuestamente de izquierda, no digamos ya de centro, mienten con una reincidencia y un descaro tal que obligan a sus partidarios a tragar ruedas de molino como si fueran golosinas. La desfachatez de la nueva derecha, su arrogancia, se limita a cumplir lo que prometieron en las urnas. Una novedosa distopia que no distinguíamos desde hace muchas décadas: la izquierda institucional miente más que la derecha agresiva. Tendrían que hacérselo mirar los inventores de relatos. La batalla del momento consiste en tratar de vencer en la manipulación y eso acaba convirtiendo la sociedad política en un lodazal.

Puestos en la tesitura de detectar quién miente y manipula mejor, tenemos que llegar a Donald Trump porque su persistencia le proclama el magister más baqueteado de una hornada de seguidores, a derecha e izquierda pero con mando en plaza

No puedo evitar referirme a un ejemplo doméstico que me afecta en mi condición de ciudadano. No es verdad que oponerse al decreto ley 9/2024 fuera negarse a la subida de las pensiones, las subvenciones al transporte, y las ayudas por los desastres. La trampa para elefantes y cándidos consistió en poner a votación un Decreto Ley “ómnibus”, que constaba de 101 artículos, más disposiciones adicionales, transitorias, rogatorias, 15 otras “finales” y 2 anexos. Un florero político que rodeara las pensiones, los transportes y las subvenciones. Podían haberlas sometido a votación aparte y hubieran salido sin problemas pero querían hacerlo colar para cumplir compromisos del Puto Amo. Entiendo por primera vez de manera meridiana a la portavoz de Junts (Miriam Nogueras, 42 años de derechas toda la vida) que osó llamarles en sede parlamentaria: trileros, chantajistas, mentirosos y piratas… (me faltan otros tres apelativos que ya no recuerdo). No es para menos y entroniza al ministro Bolaños con el mayor timador del reino.

Puestos en la tesitura de detectar quién miente y manipula mejor, tenemos que llegar a Donald Trump porque su persistencia le proclama el magister más baqueteado de una hornada de seguidores, a derecha e izquierda pero con mando en plaza. De ser un resiliente empoderado -lenguaje posmoderno- ha alcanzado el grado de emperador con una mochila más acreditada que el currículo de un viejo penado de Sing-Sing. El mundo no cambiará con él de Emperador, es que el mundo ha cambiado para hacerle Emperador. Algún día habrá que volver, si nos dan tiempo, a la deriva de la libertad en sociedades que desdeñan la democracia y exigen poderes fuertes, sean emperadores o putos amos.

Atengámonos a los hechos, a las evidencias. El emperador Trump quiere recuperar el Centro del mundo, como los antiguos dignatarios chinos, aunque la realidad se lo va a poner difícil. En 1992 un documento secreto y estratégico, atribuido a Paul Wolfowitz -veterano orientador de la política exterior norteamericana- precisaba la misión de EEUU tras el desmoronamiento del imperio soviético: “nuestro principal objetivo es impedir que vuelva a surgir un nuevo rival”. No lo consiguieron; apareció China y otras potencias emergentes. Trump es por encima de todo un vendedor; lo que hoy se denomina de manera más precisa como “un comercial”. El comercial más grande del país más poderoso que siguiendo la lógica de su papel tiene grandes ambiciones de negocio.

No es una boutade el que las prioridades de su política exterior sean estrictamente comerciales: Canadá, Groenlandia y Panamá, países que incitan la mejora de sus especulaciones industriales y financieras. Sus amenazas no son armadas por más que parezcan insólitas; son facilitadoras del negocio, la gran empresa USA, los mercados exteriores. Un comercial tiene un principio inalienable: vender más en las mejores condiciones. Un detalle significativo: tiene que acabar con la guerra en Ucrania; cuanto antes, aunque queden en un equilibrio inestable.

Nada mejor para los negocios que un equilibrio inestable en Europa porque obligará a armarse frente a Rusia y para eso ya está una potente industria norteamericana. El holandés Mark Rutte, actual jefe de la OTAN, lo acaba de anunciar: “Por favor, den prioridad a la defensa por encima de otras partidas del gasto”. En nuestra condición de clientes compulsivos y atemorizados nos queda la opción de las rebajas. ¿Habrá que esperarlas desesperadamente?