Digo que el empleo va a lo suyo porque su comportamiento difiere de manera apreciable del resto de variables con las que se mide la evolución económica. Y lo bueno es que lo ‘suyo’ es crecer, impertérrito frente a todas las dificultades. Hace pocos días nos dijeron que la economía se enfriaba a marchas forzadas, acercándose de manera peligrosa al estancamiento. También estamos inmersos en unas elevaciones de precios esparcidas por doquier y de tamaño abultado. La presión laboral aumenta, como es lógico en un momento de inflación desbocada, y la financiera aparece en un horizonte ciertamente amenazador. Si quiere algo más y aunque no hace falta, tenemos el parón de la actividad portuaria china, que va a complicar las cadenas de distribución, entorpecer los suministros y encarecer los fletes.
Hay más. Veníamos de conocer una Encuesta de la Población Activa que nos dijo hace pocos días que se habían destruido más de 100.000 empleos a lo largo del primer trimestre. Bueno, pues resulta que ahora nos informan de que abril fue un mes buenísimo, con un aumento de cotizantes de 184.577 que eleva la cifra total por encima de los 20 millones, lo que supone un récord histórico. Comparado con el resto de Europa la cifra sigue siendo mala, pues duplicamos la tasa media de paro de los 27. En efecto, y por más que la cola del paro se haya reducido en abril en 86.260 personas, superamos la vergonzante cifra de los tres millones.
En todo caso y como le digo, una magnífica noticia que adquiere tintes de milagro. La EPA no deja de ser una encuesta y las cifras de la Seguridad Social son habas contadas. No como el CIS, cuyos cálculos se escoran siempre hacia la misma borda; o el CNI, a quien en estos momentos le crecen los enanos, mientras sus jefes miran crecer las flores en primavera. El responsable de semejante milagro son los servicios relacionados con la hostelería, la restauración y el entretenimiento, que han creado siete de cada diez nuevos empleos, ayudados por una Semana Santa de calendario tardío. El fin de las restricciones a la movilidad nos ha desatado un frenesí de consumo imparable. Veremos si continúa vivo cuando llegue el verano o nos habremos asustado lo suficiente para ejercer la moderación. Pero, de momento y a la espera de que lleguen los turistas extranjeros, los nacionales nos esforzamos con denuedo.