Con el crecimiento amortiguado, los precios disparados, el dinero encarecido y la energía desbocada, el mundo del empleo era el que mejor resistía los embates de la crisis. Habíamos pasado de los 20 millones de cotizantes y habíamos conseguido rebajar el paro hasta nuestros niveles habituales, que como sabe son el doble de los habituales en Europa, pero eso no es nuevo, desgraciadamente.
Los datos del mes de agosto muestran síntomas de flaqueza, lo cual es una mala noticia. El empleo en los servicios cae siempre al terminar el pico de las vacaciones, pero esta vez sucede algo más. La Seguridad Social perdió 190.000 cotizantes que son una cifra superior a la mediana registrada en los meses de agosto de las dos últimas décadas. El efecto ‘fin de periodo’ fue muy negativo pues se dieron de baja 320.000 cotizantes con unas altas de tan solo 47.000, lo que refleja una destrucción neta de empleo de 273.600 personas, según advierte BBVA Research. Son demasiadas destrucciones. Tantas que rompen la tendencia de creación de empleo que duraba ya dos años.
La noticia no es buena, pues se suma al cúmulo de datos adversos que hemos recibido en este verano y que oscurecen el horizonte del otoño. La patronal ha vuelto a insistir en dos cosas con las que se puede estar o no de acuerdo, pero que conviene estudiar con detalle para evitar equivocaciones graves. Repite su idea de que, si la intención es subir los salarios para dejar suficiente dinero en los bolsillos de los ciudadanos y sostener así un buen nivel de demanda, se debería analizar antes la conveniencia de reducir los tramos bajos del IRPF y rebajar la parte de las cotizaciones sociales que pagan los trabajadores. Y que, si el Gobierno insiste en subir el SMI, se deberían evitar las decisiones ‘a lo bruto’ que no matizan por sectores, tamaños, coste de la vida por regiones y posiciones competitivas relativas.
Como ocurre siempre, aquí también la ‘cantidad’, el empleo, es sensible a su ‘precio’, el salario. Y así como no se puede obviar el espectacular impacto negativo que ejerce la inflación sobre la capacidad de compra de los ciudadanos, tampoco se puede pretender que una subida indiscriminada de los salarios sea inocua para el nivel de empleo. No son tiempos de brocha gorda, sino de cirugía fina. Por cierto, ¿Se ha fijado que ya nadie habla del pacto de rentas? ¿Será porque nadie cree en su viabilidad? Porque necesario, sigue siendo muy necesario.