El Confidencial, 1/12/12
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
Uno de los graves errores perpetrados por Artur Mas fue, sin duda, distanciarse de forma huraña de uno de los tradicionales grupos de interés o stakeholders de su partido: el gran empresariado catalán que, muy vinculado a su tierra, ha sabido proyectar sus compañías, no sólo al mercado nacional sino también al internacional. El 12 de octubre, Mas les lanzó desde una entrevista publicada en La Vanguardia, un explícito aviso: “El mundo económico debe adaptarse al cambio de mentalidad del país”. Y luego, en un nutrido encuentro con gestores en Barcelona no les pidió apoyo, pero les requirió silencio. Este trato, que algunos de los ejecutivos con más experiencia calificaron en privado como “impositivo”, no impidió que el empresariado, en general, haya permanecido mudo ante el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña. Y en ese silencio seguirá mientras se sustancien las negociaciones para lograr una difícil mayoría (CiU-ERC) que garantice la gobernabilidad de la comunidad, con o sin Mas como presidente de la Generalitat.
Si la clase empresarial catalana ya estaba alarmada por la deriva secesionista de la federación nacionalista, más lo está con la posibilidad de que ERC condicione con un pacto de legislatura la política económica y presupuestaria autonómica y la sitúe extra muros de la ortodoxia de la UE y de los mandatos de la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera. Pese a la alarma que les suscitan las conversaciones entre Mas y Junqueras, los empresarios catalanes tampoco van a expresarse de manera explícita. Habrá excepciones que confirmen la regla, como en su momento fue la de José Manuel Lara. Pero no habrá pronunciamientos conjuntos.
Este comportamiento del empresariado catalán -la pequeña y mediana empresa es más permeable al planteamiento secesionista- ha defraudado, en general, a la opinión pública y publicada de fuera de Cataluña, y aun en la propia Cataluña. Se daba por valor entendido que los empresarios catalanes -los gestores financieros, los energéticos, los industriales, los tecnológicos- se comportarían como las ocas del Capitolio romano que fueron instaladas en aquella colina de Roma para avisar de la invasión de los bárbaros con sus graznidos. Se esperaba que el mundo empresarial aportase al debate público la significación negativa de la ruptura que implica la iniciativa soberanista, que avisase seria y rigurosamente del daño común que la secesión conllevaba, que ejerciese como vigía de los peligros que acechaban.
Sin embargo, el hecho de que a los responsables de las grandes compañías de Cataluña no se les haya oído, no significa que todos se hayan dedicado a la mera contemplación. Una importante empresa catalana encargó una amplia muestra demoscópica que adelantaba que CiU estaba mal encaminada. De tal manera que el resultado del pasado domingo no sorprendió a determinados ejecutivos barceloneses tanto como al resto de los ciudadanos. Algunos silencios públicos, más que una abstención, han sido un cierto correctivo en privado a Artur Mas, que no ha llegado a mostrarse empático -sí lo fue Jordi Pujol– con la dirigencia de las grandes compañías catalanas que el octogenario expresidente de la Generalitat ganó de continuo para su causa.
En el ámbito empresarial catalán ha emergido como auténtico hombre fuerte el exministro de Aznar (pasó por Industria, Portavoz del Gobierno y Asuntos Exteriores) Josep Piqué, que, con mano firme, ha evitado que el Círculo de Economía de Barcelona, que preside, se adhiriese a la propuesta de Pacto Fiscal que propugnaba Mas. Tras la determinación de Piqué se han guarnecido muchos empresarios que se han remitido a la posición del Círculo para justificar la suya propia. Piqué, que en 2007 dejó sin demasiada cordialidad recíproca la presidencia del PP de Cataluña, ha sabido labrarse una sólida reputación gestora. Se sienta en más de una decena de consejos de administración, es presidente de Vueling, encabeza el lobby empresarial catalán y es consejero en representación del Estado en EADS, fabricante del Airbus. Piqué ha sido lo más parecido a una sutil oca del Capitolio y ha avisado, aconsejado, atemperado, pero lo ha hecho sin ofrecer concesiones más allá de las que exige la buena educación y la urbanidad. Y ha sido discreto pero suficientemente claro.
¿Es sostenible este papel bifronte del gran empresariado catalán? Depende de hasta donde quiera y pueda llegar Artur Mas y CiU. Si engarzan un pacto con ERC -que se posiciona en la izquierda profunda y en el independentismo radical- y, por lo tanto, antepone la agenda secesionista sobre la presupuestaria, los empresarios catalanes tendrán que abrirse de capa porque les va en ello su ser o no ser porque eso significará que CiU se convierte en un instrumento del izquierdismo republicano. Si el trayecto iniciado por Mas descarrila, como piensan muchos, permanecerán en silencio y esperarán a que los acontecimientos se reconduzcan. De momento, algunos se comportan como una mochila incómoda para el presidente en funciones de la Generalitat al que remiten, de forma inaudible pero cierta, un mensaje nada complaciente. Ocurre, sin embargo, que su voz no se ha oído en estos momentos críticos y por eso se ha llegado a interpretar -sin ecuanimidad en algunos casos- que el que callaba estaba otorgando.