Juan Carlos Girauta-ABC
- Los que sí recordamos la Transición, los que sí hemos leído historia, impediremos el asesinato de la convivencia que se está urdiendo
La ley de Amnistía fue un ingrediente principal de la Transición. Los que no vivieron aquellos años tienen las bibliotecas a su disposición. Si no son capaces de leer más caracteres seguidos de los que marcan las tecnológicas de Silicon Valley, es su problema. No soy partidario de escuchar a jóvenes iletrados que abominan de los pactos fundacionales de nuestra democracia. Pero a los viejos sí, y a los instruidos, que ahí en su resentimiento vive la araña.
Sánchez, que no es tan joven, lo ignora todo en materia de historia, y no puede tirar de memoria porque nació en 1972. Tenía 5 años cuando se promulgó la ley de Amnistía y se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes. Es comprensible si a los 9 no se enteró de que la UCD estaba aprobando la ley del Divorcio. Como no lee, con los años acabó atribuyéndosela a su partido. Ana Blanco no le corrigió ni le puso las orejas de burro. La pedagogía reprueba estos recursos, con razón. Solo que Sánchez no es un niño, sino un presidente de Gobierno que pisotea la historia de su país, la antigua y la reciente.
Modificar la ley de Amnistía como pretende la coalición de Gobierno es un salto al vacío del que el sistema no saldrá ileso. El líder del PCE, Enrique Santiago, ha hecho de Carrillo un filántropo, un santo. Cómo será el tipo. Santo no era don Santiago, pero sí lo bastante listo, lo bastante exiliado y lo bastante conspirado para leer deprisa la voluntad del pueblo español y aprovechar el momento. Eso es ‘carpe diem’ y lo demás son tonterías.
El actual pacto contra la Transición carece de sentido de realidad. ¡Suerte buscando franquistas torturadores! Júzguenlos y encarcélenlos si no los ha encerrado ya la tumba. Pero no vengan a hacerlo de la mano ensangrentada de los etarras reciclados, ni de los que se dan la lengua con el asesino de Bultó. De la amnistía se beneficiaron todos. Que para todos se revise, o para nadie.
En su recuperación de categorías extintas y binarias, rojos y azules, buenos y malos, traerán extemporáneas oleada de dolor por los crímenes de una parte de España que ellos -no lo olvidemos- identifican con el PP y con Vox, partidos nacidos en democracia. Si el PP ‘rajoyea’, se pondrá a la defensiva y señalará al elefante: «No somos franquistas». Lo seguro es que Vox se pondrá en modo ataque, actitud que no deja de darle réditos.
Habrá un encabronamiento general. Los que sí recordamos la Transición, los que sí hemos leído historia, los que nos sentimos confortados ante ‘El abrazo’ de Genovés y recordamos el discurso de Marcelino Camacho en el Congreso, impediremos el asesinato de la convivencia que se está urdiendo. Frustraremos el intento de convertir en vencedores, cuarenta y cinco años después del chaparrón de realidad, a los partidarios de la ‘ruptura’ frente a la ‘reforma’. Palabras que los ágrafos adanes correrán a retorcer con su habitual necedad literalista.