HERMANN TERTSCH-ABC
No se desencaje nadie de ira en Extremadura. Que antes hay que pagar el encaje permanente de chantajistas, ventajistas y plañideras
HAY muchas formas de insultar. Les voy a enumerar algunas. Siete de cada diez trenes entre Talavera y Madrid llegaron tarde a su destino en el mes de noviembre. Más espectacular aún que ese ruinoso dato es este otro: el trayecto entre Talavera y Madrid es de unos cien kilómetros. Se tardaba una hora y diez minutos en el año 2000. Ahora son una hora y 50 minutos. Eso si no hay retraso. Hablamos del tren que sigue hacia Extremadura. Que es toda una aventura. Los 400 kilómetros entre Madrid y Badajoz se recorren en seis horas. Eso sin retraso, que es casi nunca. Si se quiere ir uno de Extremadura a Andalucía, de capital a capital, de Mérida a Sevilla, se tarda cuatro horas para 190 kilómetros. A menos de 50 kilómetros por hora de media. Hay tramos en los que el tren, no solo este, circula a 30 kilómetros porque lo recomiendan las vías, no vayamos encima a tener un disgusto. Que lo importante al fin y al cabo es llegar vivo. Unos cuantos miles de extremeños se gastaron su dinero el pasado 18 de noviembre para acudir a Madrid, casi todos en coche o autobús, para protestar por lo que es un insulto grave, un desprecio intolerable y un agravio insufrible. Salieron en los periódicos, es cierto. Un momentito tan solo. Y hay que temer que los trenes a Extremadura sean como los celebérrimos soterramientos de Valladolid o Murcia, víctimas de una fatalidad sobrenatural que da casi más angustia que rabia.
Mientras, en nuestra región nororiental más insatisfecha, la que se siente tan maltratada que exige cariño a base de golpes de Estado, se transita que es un primor en trayectos que se contabilizan en minutos entre las cuatro capitales de provincia, todas ellas conectadas por tren de Alta Velocidad Española. Los extremeños arrancaban aquel día mediante pago con sus pocos dineros del viaje a Madrid unas pocas imágenes en veinte segundos de televisión y cuatro fotos y pocas líneas de texto en los periódicos. Llevamos al menos un año en el que los medios de comunicación no hablan de otra región española que de Cataluña. Lo hacen para pedir comprensión al delito, ayudas, dinero y sobre todo para exigir un trato especial. El privilegio demandado llega al extremo de pedirse impunidad para los criminales que han dado el golpe de Estado y anuncian otro. Esto sucedió horas después de que la vicepresidente del Gobierno anunciara «medidas de apoyo para la marca Barcelona». Todo ello días, semanas después del cuponazo maravilloso que se llevó el País Vasco porque Rajoy se quiere llevar bien con el PNV y no vamos a discutir por mil o dos mil millones. Que las traviesas de madera de las vías férreas extremeñas aún aguantan unas cuantas legislaturas. No se desencaje nadie de ira en Extremadura. Que antes hay que pagar el encaje permanente de chantajistas, ventajistas y plañideras.