El encanallamiento patrio

ABC 08/08/14
HERMANN TERTSCH

· En ningún país árabe, en ningún país del mundo, se producen estos días agresiones públicas contra Israel y los judíos como en España

UN español se estaba muriendo lejos de casa. Es un anciano que ha enfermado allí lejos porque le han contagiado los enfermos que cuidaba. Lleva casi medio siglo dedicado, lejísimos de su tierra, a ayudar a los más débiles, a los maltratados, marginados, desahuciados. Nunca trabajó para sí mismo, para hacerse una casa, una familia, un patrimonio, una pensión, una seguridad o un cobijo. Siempre ha estado expuesto a los peligros en esos pozos negros en los que solo los débiles viven y a los que él fue por voluntad propia, por vocación de servicio, por convicción religiosa, por amor a la Humanidad. Y ahora ha sido contagiado de un virus hoy por hoy incurable, el conocido como ébola. Han muerto ya algunos de los médicos más volcados en luchar contra este brote que avanza imparable por África. Si se convierte en pandemia, ese virus detectado la primera vez junto al río Ébola en el Congo en 1976 podría ser pronto una inmensa ola de muerte que nada respeta. En la epidemia aquella murieron el 92% de los portadores. Es tan contundente que se ha considerado su potencial como arma biológica. Este cálculo se ha hecho. Maldad inmensa, diabólica, pero con fin.

La maldad que no tiene ese fin es la que ha surgido de parte de la ociedad española cuando se ha sabido que, al igual que EE.UU., España iba a repatriar para tratar en casa a su compatriota infectado del ébola. ¡Qué cosas se han escuchado! La vileza inconcebible. El frente más intenso ha sido el del odio anticatólico que, gracias a Zapatero, es de nuevo seña de identidad de un país agrio y hosco. Que el cura se quede a morir allí con los suyos. Que si cree tanto, que rece a su Dios a ver si lo salva. Que él se lo ha buscado, etc. Pero al odio hay que añadir la cobardía. Esas obscenas ganas, la ilusión de poder huir del problema del ébola abandonando a su suerte al misionero. Desoladora la cantidad y la entidad de las voces que abogaban por desentenderse de nuestro compatriota.

El encanallamiento de la sociedad española avanza desde hace décadas. La educación basura, los medios basura hoy dominantes, la basura de la política, sus secretos y miserias, el permanente mensaje de triunfalismo de la mayor corrupción y del menor escrúpulo y esfuerzo, todo tiene algo que ver con esta miseria moral y falta de piedad cada día más patentes. La ausencia de criterio, la mansedumbre y la cobardía son resultado de todo ello. No hay autoestima, es comprensible que así sea, y el odio, la maldad y la bajeza se desbordan, ya hacia el misionero o hacia los judíos españoles que ayer volvieron a sufrir afrentas ignominiosas. Debe quedar claro que en ningún país árabe, en ningún país del mundo, se producen estos días agresiones públicas contra Israel y los judíos como en España. Sin que nadie del Gobierno les haya hecho frente, como ha sucedido en otros países con menor causa. Si a Cruz y Bardem fue Hollywood el que les enseñó lo que es intolerable en el mundo civilizado, aquí una jauría en política y medios lleva estos días su agitación judeófoba a cotas de náusea y espanto.

Ahora el Ayuntamiento de Segovia cancela jornadas de cine, dice que «por el holocausto en Gaza». Las dos mil muertes de Gaza, no queridas por nadie, las equipara el Gobierno de esa ciudad con los seis millones de judíos exterminados industrialmente. Esta despreciable manifestación de Segovia, como otras muchas y la propia pasividad gubernamental, parecen volcadas a echar lodo sobre nosotros. Nuestro grado de encanallamiento comienza a ser notorio allende nuestras fronteras.