ETA quería fabricar bombas en Portugal, hacerlas estallar en España y que se creyera que venían de Francia. Fracaso tras fracaso, había optado por jugar la carta sorpresa. Es posible que conserve alguna infraestructura más en ese país, pero es poco probable que sea tanto como lo que ha perdido, entre lo que está el factor sorpresa, que no es una cuestión menor.
«Lo de Portugal funciona bien, hay que fomentarlo». La frase aparece en un escrito incautado en diciembre de 2002 al dirigente de ETA Ibon Fernández Iradi, ‘Susper’. El papel había sido elaborado por dos etarras, miembros del comando Argala, que en 2001 y 2002 habían estado entrando y saliendo del país vecino mientras cometían diversos atentados en la costa mediterránea. El comando Argala, que había hecho llamadas telefónicas desde Lisboa para comunicar la colocación de algunas bombas, consideraba que «la infraestructura de Portugal» era «interesante» y así lo comunicó a sus jefes para que sacaran las lecciones pertinentes.
A lo largo de los últimos tres años habían ido apareciendo diversos indicios que evidenciaban el interés de la banda terrorista por operar desde territorio portugués. Robos de coches -en una ocasión, incluso, pistola en mano-, transporte de explosivos, entradas y salidas del país, desplazamientos para preparar infraestructura, planes que contemplaban el uso del suelo portugués… Las sospechas de que había presencia etarra en el otro país ibérico estaban sólidamente asentadas en los responsables policiales españoles, aunque las autoridades de Lisboa se han resistido a creer que ETA pudiera haberse instalado en sus dominios hasta este fin de semana.
El episodio del pasado mes de enero, cuando dos etarras fueron sorprendidos en la provincia de Zamora al intentar introducir en Portugal una furgoneta con explosivos y, sobre todo, material electrónico y componentes para bombas, sirvió para que quedara claro que el interés de la banda terrorista era montar una fábrica de explosivos y artefactos. El jueves se descubrió el taller y los 1.500 kilos de material que habían almacenado los miembros de ETA -800 según las autoridades portuguesas-.
Los planes de la banda consistían en fabricar bombas en Portugal y hacerlas estallar en España haciendo creer que procedían de Francia. Para hacer posible el engaño, la furgoneta interceptada el 9 de enero en la provincia de Zamora llevaba 200 placas de matrícula francesas, dos troqueladoras para imprimir las placas y tres botellas de gas industrial de un modelo que se utiliza en Francia.
Los terroristas hubieran podido introducir un coche bomba en cualquier ciudad española dejando una serie de pistas falsas para que los policías creyeran que procedía de Francia y el engaño hubiera podido funcionar durante algún tiempo dando un respiro a una banda acosada. A fin de cuentas eso es lo que viene pasando desde hace muchos años. La Policía portuguesa, a su vez, no estaba mentalizada de la amenaza etarra, sus agentes no tienen experiencia en combatir a ETA y adquirir esa experiencia lleva un tiempo. Esos eran los factores que jugaban en favor de los terroristas. El trasladado de una parte tan importante de la logística de ETA como es la fábrica de bombas y explosivos era una respuesta osada de la banda a una situación de crisis, pero es una respuesta que no ha funcionado. Los terroristas tratan de adaptarse permanentemente al acoso policial y ensayan nuevos modelos de funcionamiento, aunque desde hace tiempo la mayor parte de las pruebas terminan fracasando.
La redada de octubre de 2004 en la que se descubrieron los zulos estratégicos de ETA enseñó a la organización los peligros de concentrar grandes cantidades de armamento en unos pocos escondites. Buscó entonces diseminar el material en numerosos escondites dispersos por territorio francés, pero eso tampoco ha funcionado. Lo pudo comprobar la banda el pasado año cuando perdió 1.700 kilos de explosivo en zulos repartidos por una decena de departamentos galos. Acumulando fracaso tras fracaso, los terroristas habían optado por jugar la carta sorpresa instalándose en Portugal. Es posible que todavía tengan alguna infraestructura más en ese país, pero es poco probable que lo que conserven tenga la importancia de lo que han perdido. Además, entre lo que han perdido está el factor sorpresa que, tratándose de un asunto de terrorismo, no es una cuestión menor.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 8/2/2010