Joseba Arregi, EL CORREO, 24/8/11
Antiguamente existía la especie intelectual denominada los ‘kremlinólogos’. Eran los que daban a entender que estaban al tanto de los últimos y más insondables secretos e intenciones del círculo más poderosos del Partido comunista de la Unión Soviética. Hace tiempo que esta especie de intelectuales quedó sin trabajo, por razones manifiestas.
También existían los ‘vaticonólogos’, los que eran capaces de desentrañar los más misteriosos secretos de la corte vaticana, lo cual era casi un mérito mayor que conocer las verdaderas intenciones secretas de los jefes comunistas en el Kremlin. Los ‘vaticonólogos’ siguen existiendo, aunque su momento fuerte suele llegar cuando se muere un papa y el colegio cardenalicio se reúne para elegir al siguiente. Entonces nos ponen al tanto de los equilibrios de poder que supuestamente existen en el seno no sólo de la curia, sino en conjunto de la Iglesia católica, es decir, universal.
En nuestros lares se ha desarrollado una especie propia de iniciados, como no podía ser de otra manera: son los ‘etólogos’, los que están al tanto de las últimas voluntades e intenciones de ETA y de su entorno. Los ‘etólogos’ y ‘batasunólogos’ llevan algún tiempo explicándonos lo que la capacidad reflexiva de unos y otros está produciendo, nos explican extensamente cuáles son sus verdaderas intenciones, cómo lo piensan llevar a cabo, qué es lo que hay detrás de cada paso que dan, o detrás de cada paso que dejan de dar.
Desde esa atalaya privilegiada es desde la que el líder del PNV Joseba Egibar se ha dirigido al lehendakari espetándole que no se entera, y que no sabe cuál es su sitio. Lo que significa que él sí es el enterado y el que está ahora, y siempre ha estado, en su sitio, porque su conocimiento privilegiado del mundo de ETA se lo ha permitido. ¿De qué es de lo que se ha enterado Joseba Egibar, a diferencia del lehendakari? De que Batasuna ha decidido excluir la violencia de su apuesta política por el futuro de Euskadi. Lo raro es que crea que el lehendakari no se ha enterado de ello, pues hasta quien esto suscribe se ha enterado de esa voluntad, nada secreta, de Batasuna. Lo han anunciado a bombo y platillo.
Como tampoco es nada secreto que a esa voluntad de excluir la violencia en su apuesta política de futuro añaden dos coletillas. Una: ha llegado la hora de cambiar de estrategia, el tiempo de la estrategia de violencia y terror ha pasado, de momento, aunque el cambio de estrategia sólo ha sido y es posible gracias a los frutos que ha dado el uso ilegítimo de la violencia. Segunda: el rechazo de la violencia en la apuesta política de futuro es extensiva; es decir, incluye todo tipo de violencia, también, por supuesto, la violencia del Estado, a la que, como consecuencia, niegan legitimidad alguna, con lo que están negando el Estado de Derecho.
Todo esto es lo que los líderes de Batasuna y algunos presos han manifestado públicamente, con lo que es difícil que pueda haber responsables que no se hayan enterado. Con algún matiz, como diré luego. Pero debe tratarse de algo más en la opinión de Egibar, aunque ese más tampoco sea demasiado secreto: se trata de lo que el Estado debe hacer para que la voluntad de ETA y de Batasuna se materialice. Es decir: esa voluntad es condicionada. ¿Cuál es la condición? Pues también está clara y bien manifiesta: que se haga algo en el campo de los presos de ETA. Desde el acercamiento hasta promesas de que la disolución de ETA, esa que nadie sabe a ciencia cierta si y cuándo se va a producir, tampoco Egibar, conllevará algún tratamiento especial de los presos. Nos lo ha dicho un tal Currin, lo están diciendo por activa y por pasiva los líderes institucionales de Bildu, y hasta las filtraciones desde el Ministerio del Interior a medios audiovisuales y escritos acerca de lo que piensan los presos lo dan a entender con claridad.
Que el lehendakari no se haya enterado es imposible. Otra cosa es que no sea correa de transmisión de ETA y de Batasuna. Porque lo que realmente constituye a un enterado como Egibar y le permite saber cuál es su sitio no es otra cosa más que servir de facilitador, en este caso nacional, de la voluntad de ETA y de Batasuna. Desde afirmar que sin negociación ETA nunca iba a desaparecer, pasando por que todas las medidas que ha tomado el Estado de Derecho en la lucha contra ETA desde el Pacto por la Libertades y contra el Terrorismo han sido negativas y sólo servían para nutrirla con más militantes, hasta aceptar sin ningún tipo no ya de crítica, sino ni siquiera de duda, lo que proviene del mundo de ETA y de Batasuna.
Por eso es Egibar el que no se ha enterado de que si alguna esperanza existe de que ETA desaparezca se debe a la acción del Estado de Derecho, algo que los propios de Batasuna han reconocido en sus documentos y de lo que Egibar, al aparecer, no se ha enterado. Egibar no se ha enterado, porque no quiere enterarse, de que ni ETA ni Batasuna han condenado la historia de terror de ETA, algo que no pocos creemos imprescindible para construir el futuro político de Euskadi en libertad y paz. De lo que Egibar no se ha enterado es de que algunos no vamos a aceptar sin rechistar que la derrota de ETA se transforme en la victoria de su proyecto político, porque significaría volver a asesinara a los asesinados por ETA, como si la violencia en nombre de la nación vasca no haya afectado en nada al nacionalismo. De lo que Egibar no se ha enterado es de que la democracia es imposible sin Estado de Derecho, y en ello está tan lejos de la democracia como lo están los que conforman el mundo de ETA y Batasuna.
Joseba Arregi, EL CORREO, 24/8/11