José Félix Pérez-Orive Carceller / Escritor, ABC 03/01/13
«A Mas se le acaba el tiempo para la independencia y lo sabe. Es la última oportunidad. La unidad fiscal europea, la posible salida de la crisis y un sentir general globalizador le dejarán sin discurso. Comprenderán entonces los catalanes que los nacional.
Me gustaría ayudar a don Artur Mas con esta ref l exión a sal i r del lío donde se ha metido, pero no sé cómo. Quisiera hacerlo porque sería bueno para todos. El que hace meses adelantáramos desde estas páginas que se iba a chamuscar no tuvo ningún mérito. En esto de los pronósticos el entorno lo es todo y los hados no le ayudaban. Ahora, Europa, el sistema legal español y los frágiles equilibrios partidistas son los indicadores de lo que es posible que acontezca y, por lo que van a ver, las cosas le siguen pintando mal.
1) Mas insiste en convertir a Cataluña en un nuevo Estado europeo y el devenir de Europa, a esos efectos, permite dos enfoques. Uno, el vigente, que pone el acento estructural en las naciones (27); y otro, el subsidiario, que es el que busca Mas, en que el protagonismo representativo se trasladaría a las regiones (344). Pero, si Europa quisiera crecer por éstas, los estados-nación como España y Francia… desaparecerían y se amontonarían las reivindicaciones territoriales, imposibles de consensuar. Baste decir que la probable adhesión de un país como Turquía, con 81 unidades administrativas, añadiría una entropía insoportable al sistema. Europa desea crecer más por individuos que por países o sería ingobernable. Y los independentistas deberían tomar nota de este detalle.
Es obvio que Europa no quiere catalanes ni corsos, sino europeos. Para nacionalismos caprichosos bastante tiene con el inglés. Ni desea convertirse en una ineficiente clínica de cirugía reparadora de cuerpos mutilados. Tampoco le gustan los dirigentes victimistas e insolidarios, que pronto clamarían que la Europa pobre les roba y la nación catalana no trabaja para que los griegos bailen el sirtaki.
2) Un segundo entorno es el legal. Parece prerrogativa de Mas pontificar cuando la ley o las resoluciones de los tribunales deben acatarse; en apariencia así deslumbra a ciudadanos afines, pero es de difícil presentación internacional. Mas, con vehemencia, argumenta que las Constituciones se cambian, pero omite que las cambian las mayorías. Él y su partido contribuyeron a esa precisión y la juraron fidelidad. Transgredir la ley predispone inadvertidamente al desorden y te hace perder el respeto incluso de los tuyos. ¿Por qué esta vez sí y mañana no? Los vicios de origen legal son gravámenes imperecederos; con ellos se llevaría a Cataluña a un estado de inseguridad jurídica y litigios sin fin: los catalanes sensatos no se reirían más.
3) Un tercer entorno con el que contar es el cambiante equilibrio partidista. Su partner en la sedición, Junqueras, que fue eurodiputado, sabe de sobra que a Europa no le interesan los independentistas. ERC con el referéndum utiliza a Mas como ariete con mentón contra el resto de España; no porque crea que tiene posibilidades de salirse con la suya, sino porque es una forma discreta de romper a CiU en tres o cuatro disyuntivas: PSC, Ciutadans, PP, y tal vez ganar en número de votos.
¿Por qué Junqueras aceptó a Mas la cláusula de posponer el plebiscito, cuando sabe que en los grandes negocios posponer es abandonar? Quílosá. Pudiera ser por eso, para quitarse de en medio si fuera oportuno: en un político la supervivencia es la patria de verdad. O pudiera ser para aprovechar, en fraude de ley, las próximas elecciones como sucedáneo de referéndum legal con una candidatura independentista conjunta. No lo sé. Sería muy embrollado que, después de las contradicciones a las que vamos a asistir entre ellos en esta legislatura, CiU aceptara otra colaboración para despeñarse en el momento clave y hacer adultos a Ciutadans. Bastaba leer LaVanguardia del día siguiente al acuerdo para advertir el cambio operado en la burguesía catalana con la subida de contribuciones. Se acabó la lisonja mediática, la ambigüedad empresarial, el poder fiarse de Unió y de sus diputados, y en nada… si los impuestos no se corrigen, el descontento colectivo.
En resumen: si el entorno gris que describo es el que presiona a CiU y me temo que lo es, predecir lo que ocurrirá con Mas, y su «meta de la plenitud» no es un arcano; y, aunque quisiéramos ayudarle, sería desaconsejable: nunca hay que intentar contentar al que no se va a contentar.
El president tiene tres opciones, todas malas para él: una, convocar elecciones pronto, que suscitaría no ya su fin sino el de su partido. Dos, nombrar a un sucesor y dimitir de manera que un segundo, menos comprometido, llevara a Cataluña por el camino del que nunca se debió apartar. Y tres, mantenerse en su posición, hasta que pueda, confiando que ocurran cosas que iluminen el entorno (como que llegue otro Zapatero) que probablemente no ocurrirán. Esta alternativa sería la peor para sus partidarios, porque se expondrían a la reacción española protegiendo lo suyo — una historia de quinientos años—, aplicando con serenidad las leyes y sin la ayuda de la Guardia Civil o de algún añorado mártir nacionalista. A Mas se le acaba el tiempo para la independencia y lo sabe. Es la última oportunidad. La unidad fiscal europea, la posible salida de la crisis y un sentir general globalizador le dejarán sin discurso. Comprenderán entonces los catalanes que los nacionalistas les han estado manipulando, vendiéndoles la aventura soberanista, como un «serendipity» feliz y gratis total. Verán, además, que es más sencillo ser europeos que dejar de serlo, para volver a intentarlo. Y, concluirán que «nosaltres», fuera de España y Europa, serían menos «nosaltres».
¿Qué opción de las tres citadas elegirá Mas? Ninguna. El entorno decidirá por él. Creo que el sentido común de los catalanes prácticos se impondrá: Europa le dará la espalda, el Tribunal Constitucional no le permitirá espacios de diligencia y ERC, en su papel de colega alacrán, asistiéndole a vadear el río hacia la sedición, actuará según su naturaleza. Mas, entre la decepción, la inhabilitación y la traición, seguirá dañando a España, pero no tendrá capacidad para ningún propósito constructivo de proyección histórica… que es el que le ha cegado.
José Félix Pérez-Orive Carceller / Escritor, ABC 03/01/13