Santiago González, EL MUNDO, 15/9/12
Era inevitable que el pequeño movimiento sísmico que se produjo en Barcelona en la manifestación de la Diada y que tuvo como epicentro a Artur Mas tuviera aquí su réplica. Lo de Mas, el lance de llamar institucionalmente a su peña a echarse masivamente a la calle y hacer de capitán Araña, quedándose en casa y enviando a la parienta (ustedes me perdonarán el casticismo; tiene caspa, pero viene al pelo) no estaba en la tradición épica catalana. Lo cantaba Lluís Llach en Damunt d’una terra: «I en Maurici sap molt bé? que, si només dubta, poca cosa té? En Maurici sap què fer? trobarà als companys i sortirà al carrer».
Tantos años después, este Maurici, pedazo de epicentro, que no se echa a la calle junto a sus convocados y asume como propio el éxito de la convocatoria, brilla con aura en la mejor tradición de nuestros nacionalistas: la habilidad de estar sin haber ido. Su proclama independentista en el Ritz es, en el sentido estricto de la locución taurina, un brindis al sol. ¿Qué sentido tiene en un dirigente que tiene la facultad legal de convocar unas elecciones autonómicas para encabezar en ellas una candidatura que proclame su intención de acceder a la independencia?
La réplica en esta ocasión ha venido de las dirigentes batasunas Maribi Ugarteburu y Marian Beitialarrangoitia: si el Estado pretende «negarle el futuro a Euskal Herria mediante la imposición» habrá que manifestar una voluntad política inequívoca para una «declaración unilateral de independencia». Habría que saber qué significa para estas mujeres el término declaración aquí empleado: si es un canutazo o una entrevista al periódico de acompañamiento o quieren significar una proclama que tenga efectos jurídicos. Si estamos hablando de unas declaraciones al Gara o de la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Así están las cosas: las leyes que definen y ordenan el sistema democrático constituyen una imposición para ellos, mientras una proclama unilateral, es decir, al margen o en contra si preciso fuere del sistema legal, sería en esencia, un acto democrático.
La réplica era inevitable. Cada vez que alguien, en cualquier lugar del mundo pronuncia las palabras mágicas (autodeterminación o independencia) un nacionalista vasco experimenta un reflejo pauloviano y se la apropia para sí. Poco importa que la autodeterminación se refiera a la escisión de la antigua Checoslovaquia o la que convocó a los ciudadanos de la RFA y de la RDA para constituir una sola Alemania. En el fetichismo de las palabras, lo importante es apropiárselas. Luego ya les buscarán el significado que más les favorezca.
Los batasunos copian el modelo catalán y no serán los únicos. Los socialistas vascos habían copiado el modelo Maragall, que era el modelo político en el que se inspiraba Odón Elorza y últimamente también Patxi López.
El fracaso de Maragall y su tripartito alfombró el camino de Mas hacia el epicentro. El empeño de Odón en la legalización de Batasuna acabó con 20 años de alcaldía y el de López va a suponer el fin de su Pre sidencia antes de haber podido completar una legislatura. Artur Mas, estadista alternativo, quizá soñándose Companys, se inspira en el modelo más radical y sirve a su vez de inspiración para esta declaración unilateral que propone Batasuna.
Santiago González, EL MUNDO, 15/9/12