Santiago González, EL MUNDO, 12/3/12
Entre todos los días del año, los sindicatos tenían que escoger éste para calentar a sus bases en el camino hacia la huelga general. Los ejércitos se prepa ran espiritualmente ante una ofensiva con una misa de cam paña y los sindicatos, junto a la United Artists y la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, celebraron una en Atocha.
Ofició el acto Pilar Manjón, «una dolorosa laica», en atinada greguería de Arcadi Espada, «viuda de su propio hijo», escribió el maestro Umbral cuando su comparecencia parlamentaria. Es Manjón una mujer enlutada de por vida, cuyo dolor respeto absolutamente, aunque no pueda hacer lo mismo con sus ideas ni con la expresión pública de éstas.
Siempre me ha llamado la atención esa denominación de su asociación. El lehendakari del Gobierno vasco ha señalado –y en esto acierta– la capacidad de la izquierda abertzale para practicar el victimismo, o sea, hacerse pasar por víctimas sin serlo. En estricta correspondencia, hay víctimas que no reivindican la denominación de tales.
Cada vez que leo ese nombre, con su doble sustitución (afectados por víctimas y del en lugar de por el) me parece que remite a una catástrofe natural; afectados casa mejor con las inundaciones, el pedrisco o la sequía. El cambio de preposiciones parece remitir más bien a una epidemia, como afectados del cólera o de la gripe A.
Pasa a veces y es un solecismo relevante. Ha sucedido con el terrorismo etarra. El 22 de febrero de 2001, al cumplirse el primer aniversario del asesinato de Fernando Buesa y su escolta, el Departamento de Interior del Gobierno vasco insertó esquelas en los periódicos vascos: «Fallecieron el 22 de febrero de 2000», sin más precisiones. El viernes pasado se cumplieron 11 años del asesinato en Hernani del ertzaina Iñaki Totorika Vega. «Falleció», dictaminaba su propia familia en la esquela publicada en El Correo. Tal vez no sea ajeno a todo esto el hecho de que más de la tercera parte de los asesinatos de ETA esté sin esclarecer policialmente.
Vistas así las cosas, no se entiende que el discurso de Manjón no canalizara su odio, afán de venganza o sed de justicia hacia los asesinos del 11-M y el integrismo que inspiró la matanza, sino contra la llamada teoría de la conspiración, los medios que están en ella y el fiscal general del Estado, a quien dedica un comentario sarcástico tan chirriante como inadecuado.
Me considero un afectado por ese raro fenómeno meteorológico que es el terrorismo etarra. Ha condicionado mi vida, como la de cientos de miles de personas, pero no soy una víctima. Si lo fuera, agradecería en el alma los esfuerzos de quien exigiera más investigaciones para descubrir inductores, cómplices y colaboradores necesarios en el asesinato de mi ser querido, estaría más cerca del discurso de Ángeles Pedraza que del que leyó Pilar Manjón y no podría asumir un discurso orientado contra los partidarios de más investigación y no contra los terroristas que pusieron la bomba. Toda pesquisa me parecería poca, aunque no creo en la conspiración.
No es cierto, con todo, que haya dos Españas. Si las hubiera, nos iríamos de cabeza a la otra.
Santiago González, EL MUNDO, 12/3/12