JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR-EL CORREO

  • España debilita su posición respecto a Ceuta y Melilla al reconocer implícitamente la soberanía de Mohamed VI sobre el Sahara Occidental

Marruecos no es un país; es un latifundio dirigido por una familia, los alauíes, que se hacen llamar reyes para fingir que Marruecos es una monarquía parlamentaria y constitucional al estilo europeo, cuando en realidad, bajo la fachada europeizante de instituciones decorativas y elecciones amañadas, el territorio sigue siendo un gigantesco cortijo, una propiedad privada. Por eso llamo ‘sultán’ al monarca marroquí, para no olvidar la realidad bajo las falsas apariencias. Pero el sultán está irritado porque tiene ‘okupas’ en una esquina de SU finca: los españoles de Ceuta y Melilla. Y si Mohamed VI no reconoce derechos a sus propios jornaleros -los marroquíes- tampoco se los va a reconocer a unos extranjeros infieles.

Hasán II conquistó el Sahara en 1975, aunque debido a la resistencia de los autóctonos, apoyados por Argelia, tardó muchos años en asegurar esa conquista. Tras el reconocimiento explícito norteamericano, regalado obtusamente por Trump, el reconocimiento implícito español -dando por bueno el plan de ‘autonomía’ marroquí- no vale gran cosa porque España es un pez mediano en el panorama mundial. Desde el punto de vista del sultán, la claudicación española no es un gran favor que exija corresponder, sino un mero reconocimiento de los hechos largo tiempo consumados, de manera que incluso mereceríamos duros reproches por haber tardado tanto.

Mohamed VI reclama Ceuta y Melilla igual que reclama el Sahara, y hemos debilitado nuestra posición en las primeras al ceder en este último. ¿Por qué? Se comenta que era necesario cerrar las tensiones con Marruecos que se han prolongado quince meses, pero lo cierto es que las tensiones han sido recurrentes durante 66 años, desde su independencia. Y los problemas, incluso migratorios, que nos provocaban esa frialdad de relaciones con Rabat son solo pequeñas molestias que podemos asumir durante decenios. Por lo tanto, ¿en qué estaban pensando Pedro Sánchez y su ministro de Exteriores? ¿Qué saca España de esta humillante claudicación?

Por el momento, perdemos una herramienta de presión sobre Marruecos y legitimamos una invasión justo ahora que Putin hace a los ucranianos lo mismo que los sultanes de Marruecos a los saharauis. Sin duda el dictador ruso tomará nota de nuestra claudicación y sonreirá pensando que él puede lograr lo mismo. La coalición de Gobierno que sostiene al presidente Sánchez se tambalea porque casi todos sus socios tienen claro que la ‘autonomía’ prometida a los saharauis no vale nada bajo el despotismo absoluto del sultán. Encima nos arriesgamos a enemistarnos con los argelinos, que nos suministran gas y petróleo, justo ahora que la crisis de Ucrania nos estorba el suministro desde Rusia.

La verdad es que al escuchar la noticia esperaba: A) que el Gobierno español lo desmintiese, o B) que nos anunciasen un acuerdo por escrito, en el que España recibía… ¡algo, lo que fuese! Por ejemplo, que Marruecos volvía a abrir las aduanas de Ceuta y Melilla. Sigo esperando.

Tal vez el Ejecutivo español teme que lo de Ucrania se complique y que tengamos que enviar lejos de casa a una parte sustancial de nuestros ejércitos, y que eso podría animar al sultán de Marruecos a comportarse de forma carroñera y oportunista, cuando pareciésemos militarmente más débiles, así que cedemos para apaciguarle. Espero sinceramente que no haya sido esa la jugada, sería una memez. Mohamed VI tomaría nuestras dádivas con una mano, sin dar las gracias, y nos encañonaría con la otra de todas formas. La única estrategia eficaz es una pose de firmeza política y militar, y dejarle claro al sultán que las tropas que se han ido a Finlandia, Rumanía o donde sea son solo una fuerza expedicionaria; que el grueso de nuestro poderío militar sigue en España y que tenemos fuerzas más que suficientes para defender Ceuta y Melilla, someter Marruecos a un drástico bloqueo naval y desembarcar en fuerza en el Sahara.

En resumen: si Pedro Sánchez tiene tanto miedo de las presiones marroquíes, que entregue Ceuta y Melilla. De lo contrario, que se arremangue y se prepare para afrontar retos difíciles. No da resultado tirarse a lo más fácil, porque si se asume el deshonor para evitar el conflicto, al final tenemos el deshonor y también el conflicto de todas formas, desde una posición de mayor debilidad.