JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- La prueba es la reacción del PSOE: hay que estar desesperado para exigir el recuento de los votos nulos
La entrada de Adanero a costa del PSOE altera el escenario, le amarga las vacaciones a Sánchez y resucita a Feijóo. Es posible pasar en un instante del abatimiento al entusiasmo, como aquella señora ‘separata’ de la foto, pero al revés. No porque Feijóo entusiasme, sino porque el final de Sánchez es hoy acariciable cuando antier se descartaba. El escaño que ha enviado la Providencia no trae bajo el brazo la investidura de Feijóo: trae la no investidura de Sánchez… con gran probabilidad. Un loco de atar no recobra la cordura justo cuando la puede liar más gorda. El loco está en Waterloo con la mano derecha en el chaleco. Si pasa lo más probable, la abstención insuficiente de Junts, entreguémonos a Abba: ‘Knowing my fate is to be with you, Waterloo…’
La prueba de que el escaño de Adanero lo cambia todo es la reacción del PSOE. Hay que estar desesperado para exigir el recuento de los votos nulos, que son 30.000, cuando en el voto CERA madrileño el PP casi dobla al PSOE: 19.006 contra 10.411. Los socialistas actúan aquí como el portero que junta las rodillas cuando ya se ha tragado un caño. De gol. Alegan que «hay que ser garantistas». ¡De acuerdo! Para serlo de verdad podríamos recontar absolutamente todo. Tres veces. Lo crucial es que ya no le basta a Sánchez la abstención de Junts. Una abstención que daba juego a la especialidad del autócrata: el chalaneo con separatistas, el tráfico de ilegalidades pospuestas que se van materializando en cesiones cuya garantía última son las tragaderas del Tribunal Constitucional, cuyo presidente podría competir con la tragasables del Circo Price. Dicho sea con todo el respeto institucional. Entiendo su escepticismo, pero verá, los catalanes constitucionalistas tenemos en esto una pequeña ventaja: conocemos demasiado bien un entorno delirante, denso, engreído sin causa, supremacista y tóxico. Considere lo siguiente:
A diferencia de ERC, Junts no es un actor racional. No hay odio más profundo en Cataluña que el que se profesan los dos partidos independentistas. Si Junts inviste a Sánchez (hace falta un sí, recuerde), estará validando la política aplicada en los últimos años por ERC, a quienes los de Puigdemont tienen por traidores. Este odio cordial entre separatistas no se manifiesta apenas en público porque comparten un objetivo, y los extremistas de verdad, y no digamos los fascistas de Junts, son muy disciplinados. No hay razón para que Junts se pase a la estrategia pactista que ha hundido a ERC en Cataluña y abandone la suya propia, que ha sido premiada. Por último, en Junts están idos de verdad, y son por tanto literalistas: no aceptarán ningún eufemismo, solo las expresiones «referéndum de autodeterminación» y «amnistía», lo único que Sánchez –aunque esté dispuesto a todo, y por muchos guiños que les haga y por muchos codazos que les dé– no puede ofrecerles: literalidad inconstitucional.