El siniestro olor de la sangre derramada que destila el caso Cubillas y la presencia indiscutible del terrorismo vasco, que se pasea a sus anchas de la mano del narcoterrorismo colombiano por tierras de Venezuela, convertida en santuario de los forajidos de “Euskal Herria”, rebaja el sagrado derecho a la nacionalidad en escudo de protección de los peores desafueros.
Si alguien tenía alguna duda sobre el verdadero talante del etarra Arturo Cubillas y su condición de “pesado” del terrorismo vasco en Venezuela, él mismo, con su prepotencia y su fanfarronería, lo ha puesto al descubierto en una entrevista que le acordara al pasquín de Jacqueline Farías, la funcionaria parida por el dedo magisterial del teniente coronel para desconocer los 800 mil votantes que eligieron al Alcalde Metropolitano de Caracas Antonio Ledezma.
Dime con quién andas, y te diré quién eres. Dime quién te da de comer y te diré a quién sirves. Con lo cual se desvela la segunda parte de este monstruito chavo-etarra-fariano que ha asaltado el Poder en Venezuela. Son las FARC, la ETA y los revolucionarios que controlan el gobierno del teniente coronel Hugo Chávez tal para cual: caimanes de un mismo pozo.
Provoca náuseas oírlo culpar al Partido Popular por las muertes que él y sus compinches de la ETA le han causado a la sociedad española. Da asco constatar la impunidad de terrorista protegido por la vicepresidencia de la república con que puede desenvolver el vómito cerebral que acompaña su echonería culpando al gobierno de José María Aznar del espantoso atentado del 11M. Poco falta para que diga sin ambages que él y los suyos pueden hacer y deshacer en Venezuela porque cuentan con el respaldo pleno y total del gobierno. Lo que, además, es cierto. Pregúntenselo a Jaua, el encapuchado.
No se equivoca. Cuando convierte a nuestro país – otrora ejemplo de democracia en el mundo y dotado con unos ejércitos patriotas y leales capaces de derrotar a los comandantes invasores cubanos sacándolos a patadas de nuestro territorio – en zona turística privilegiada de los desalmados de “Euskal Herria” deja consignado negro sobre blanco una verdad del tamaño de una catedral: la Venezuela del teniente coronel ha sido rebajada por obra y gracia del chavismo gobernante a santuario de los asesinos vascos.
Como para que se pavoneen. Y Cubillas, el alacrán etarra, se pavonea. Sin la menor gota de discreción. Se verifica así una de las graves deficiencias de las constituciones de doble aguas: amparan los desafueros, las canalladas, los ultrajes y los actos de terrorismo de quienes saben usarlas para pervertirlas y emplearlas contra sus propios redactores. Que se lo pregunten a su abogado.
El lenguaje provocador y hamponil del etarra Cubillas, y el “ilustrado” de quien lo trasviste con el manto de la legalidad, no es inventado por ellos. Es el lenguaje provisto por el propio presidente de la república y su representante ante la Corona: las más que fundadas acusaciones de dos jueces de la Audiencia Nacional, que obedecen a la ley y no a los olores de las sobaqueras del presidente español, “habrían sido obtenidas mediante torturas”. El primero en levantar la insólita acusación contra la Guardia Civil española fue Isaías Rodríguez, nada más y nada menos que el embajador de su majestad Hugo Chávez. Es ahora el fundamento empleado por los etarras involucrados en el caso. No mueve a los jueces el afán de justa reparación a los crímenes cometidos por el etarra Cubilla y sus compinches: obedecen a los ataques contra Venezuela del PP, vale decir: la ultra derecha española.
El siniestro olor de la sangre derramada que destila el caso Cubillas y la presencia indiscutible del terrorismo vasco, que se pasea a sus anchas de la mano del narcoterrorismo colombiano por tierras de Venezuela, convertida en santuario de los forajidos de “Euskal Herria”, rebaja el sagrado derecho a la nacionalidad en escudo de protección de los peores desafueros. Si un odioso lema cubano que sirviera de bandera a la muerte de generaciones enteras de latinoamericanos se ha convertido en enseña de las fuerzas armadas venezolanas, ¿por qué obtener la nacionalidad no serviría para asegurarse una patente de corso para toda suerte de tropelías?
Pedro Lastra, Analitica.com (México), 22/10/2010