Rafael Méndez-El Confidencial
Entrevista a Edmundo Bal
Edmundo Bal, fichaje estrella de Ciudadanos para las listas de Madrid, habla sobre su salida: «No hagas que mi nombre esté debajo de un escrito en el que no se dice toda la verdad»
Edmundo Bal Francés (Huelva, 1967) era hace nueve meses candidato a un alto cargo con el Gobierno del PSOE. Entonces, tras la moción de censura, este abogado del Estado estuvo en la terna para ser nombrado abogado general después de haber tenido un papel destacado en el juicio de la Gurtel. Nueve meses después, cosas de la vida y la política, es el fichaje estrella de Ciudadanos e irá de número cuatro en las listas al Congreso por Madrid. En medio, la tormenta. En noviembre pasado, el Ministerio de Justicia lo relevó de su puesto de director del departamento penal de la Abogacía del Estado, en el que llevaba desde 2002, porque se había negado a firmar el escrito de acusación en el ‘procés’ por las rebajas que había pedido el Gobierno.
Aunque la crisis con la acusación contra los políticos independentistas lo llevó a las primeras páginas, Bal es mucho más que el abogado del Estado del ‘procés’. Lleva 25 años en el cuerpo con episodios destacados: en su alegato final de la Gürtel, con Rajoy en Moncloa, pidió una condena ejemplar que diera miedo a políticos y empresarios corruptos; ha sido presidente de la asociación de Abogados del Estado; desde la abogacía del Estado lideró la acusación contra futbolistas que acabó en las condenas de Messi, Cristiano Ronaldo, Di María, Alexis, Falcao, Mourinho… y los mejores penalistas han tenido que negociar con él condenas de conformidad en delito fiscal. Tras su relevo, pidió ir a lo laboral pero Justicia lo destinó a un puesto en lo contencioso. «Soy el cesado», se presenta desde entonces.
Su entrada en política la ha gestado en secreto directamente por Albert Rivera. A Ciudadanos le permite recordar la gestión del Gobierno con el independentismo catalán -de la que la rebaja en la acusación de la Abogacía del Estado es probablemente el punto más tangible- a la vez que marca distancias con el PP. La entrevista se produce en la sede de Ciudadanos en Madrid. Bal Llega con su habitual casco de motero y parece que ha asumido rápidamente la entrada en política. Afirma que en la Abogacía del Estado actualmente hay «un clima de miedo» y que el escrito de acusación presentado «no dice toda la verdad» al omitir las alusiones a la violencia.
Respuesta. Me lo pensé cero. Albert Rivera me llama cuando me cesan en noviembre a través de un amigo común, un abogado penalista de esos con los que te das bofetadas en los estrados pero luego te tomas una caña fuera. Vine aquí, a la sede, con todas las ganas de decir que no a todo. Estaba machacado, muy dolido, en horas muy bajas, quería que todo pasara, estar tranquilo, volver a penal que es lo que me gusta… De alguna manera, él lo percibió y tampoco me dijo ‘vente conmigo’. Cuando convocan elecciones, Albert Rivera me volvió a llamar, vengo aquí y me dijo: ‘Vas a venir conmigo en las listas, quiero que estés conmigo en la campaña y vamos a hacer esto juntos’. Le contesté: ‘Vale’. Nos reímos los dos y me dijo: ‘Sabía perfectamente que me ibas a decir que sí porque pregunté a quienes te conocen y me dijeron que te subes a todos los cohetes y que te gusta el rock and roll’. Duró quince minutos la entrevista.
P. ¿Y no se planteó que ahora va a estar sometido a disciplina de voto a identificarse con el proyecto…?
R. No me planteé casi nada porque fue inesperado. Al salir llamé a mi mujer desde el bar de enfrente y aún me temblaban las piernas. Le dije lo que había pasado. ‘Muy bien, a por todas’, me contestó. Y entonces ya estaba claro.
P. Sin embargo, hace un año en la Abogacía le tenían por progresista (nivel abogado del Estado, claro) y estaba en las quinielas para alto cargo con el PSOE.
R. Soy una persona de centroizquierda pero en los últimos procesos electorales he votado a Ciudadanos. Siempre he sido muy moderado por tradición familiar. Mi padre era simpatizante de la UCD, aunque tiraba más al centroderecha que al centroizquierda, también hay que decirlo. Ahora miras al PSOE y te preguntas: ¿puedes votarlos? Si presentan a alguien cerca del centro sí pero si presentan a alguien como Pedro Sánchez no. Es así de fácil. Cuando te das cuenta de que el PSOE juega a atraer a los votantes de Podemos, a representar una izquierda radical y mantienen un concepto de federalismo caduco e ineficaz para España, donde bastante tenemos con el despilfarro autonómico y con la desigualdad entre los españoles, en temas educativos, sanitarios, incluso justicia, como que lexnet no casa…, pues yo en Ciudadanos estoy cómodo.
Soy de centroizquierda. ¿Votar al PSOE? Si presentan a alguien cerca del centro sí pero si presentan a alguien como Sánchez no
P. ¿No teme que el Gobierno diga: ‘¿Lo veis?, Edmundo estaba haciendo política cuando en noviembre se produjo el problema con la acusación’?
R. Que lo digan pero no es verdad. No me he metido en política hasta ahora. Jamás he aceptado un cargo político y alguno me han ofrecido tanto el PSOE como el PP hace ya tiempo. Pero en un momento determinado, tras una decisión tan inmotivada, tan injusta, tan sorprendente como es la de mi cese, me llama el líder nacional de un partido, que es el partido al que yo voto y que además es un partido cuyo ideario comparto, pues me vengo a verle. Sin ninguna expectativa.
P. ¿Se arrepiente de no haber firmado ese escrito de acusación? Ahora estaría en el juicio del siglo.
R. Cuando me cesaron salió una noticia de que a mí me iban a hacer un homenaje multitudinario, prácticamente en el Metropolitano, y muchos compañeros me dijeron de hacerme una cena de despedida. Yo dije que no quería juntar a 200 personas porque no era un mártir. Hicimos una cena pequeña, solo los que trabajaban conmigo de forma directa y obviamente tuve que dar un discurso. Ese discurso terminó: ‘Ahora sé lo que es el castigo. Todos nos creemos que estamos preparados para todo pero los castigos luego duelen mucho y te vienes muy abajo de verdad. Nos creemos muy fuertes pero cuando te atizan de verdad no lo pasas bien’. Y terminé diciendo: ‘Ahora que conozco las consecuencias del castigo, si me ponen el escrito delante para que lo firme, vuelvo a decir que no lo firmo’.
P. El Gobierno deslizó que usted se había poco más o menos que insubordinado, que se había empeñado en acusar por rebelión. ¿Cómo fue eso? Porque había preparado tres escritos de acusación: con rebelión, sedición y solo malversación. ¿El problema estaba en la calificación o en cómo se describía lo ocurrido en el ‘procés’?
R. El derecho es manejable. Una persona no sospechosa de seguir los dictados del Gobierno, que se llama Carmen Lamela, que fue magistrada de la Audiencia Nacional y llevó el procedimiento contra Trapero, Laplana y Puig, califica lo ocurrido de sedición. Ahora es magistrada del Supremo. La cosa no es tanto si esto es una rebelión o una sedición, o una conspiración para la rebelión, que de esto se está hablando bastante poco, de los diversos grados de participación, que es algo muy complejo en los delitos que los técnicos llamamos plurisubjetivos. Pero no es esa la cuestión.
P. ¿Cuál es?
R. En un escrito de acusación hay un relato, hay una historia que contar, hay una cosa que parece que pasó, que ya veremos si pasó o no. Pero cuando haces un escrito de acusación es absolutamente impensable que quites unos hechos incriminatorios que están en el auto de transformación del juez [el escrito con el que el juez, en este caso Llarena, termina la instrucción y cita los indicios de delito]. Eso es imposible. Llevo 16 años en penal y cualquier abogado que ejerza la acusación, sea un fiscal, una acusación popular o un abogado del Estado… ¿quién hace eso? Nadie. Eso es imposible. Eso es meter la pata.
Cuando haces un escrito de acusación es absolutamente impensable que quites unos hechos incriminatorios que están en el auto
P. ¿Cuando pasó esto y el Gobierno decía en público que no estaban dando instrucciones a la abogacía del Estado qué pensaba?
R. Aquí ha habido una confusión grande y francamente indignante. La Abogacía del Estado es una institución con más de 135 años de historia, que ha servido a todos los Gobiernos con absoluta lealtad, que ha velado por los intereses generales desde el punto de vista jurídico. Pero el Gobierno ha confundido de una forma vergonzosa el cuerpo, la institución, el colectivo, con la voluntad de la abogada general del Estado [Consuelo Castro]. La Abogacía General del Estado es una cosa y la abogada general es otra. ¿Quién sabe de penal en la Abogacía? Pues yo y otra persona. El Gobierno decía que la abogacía se lo estaba pensando, que el criterio técnico penal aún no estaba formado. Pero sí lo estaba, perfectamente, porque era el mío y el de las personas que estaban a mi alrededor, porque yo consulto y no hago esto solo. Yo tengo muchas dudas y trabajo en equipo y consulto todo el tiempo. Estaban jugando con las palabras. Como cuando el presidente del Gobierno estaba de acuerdo con la rebelión pero luego decían que es que no era el presidente del Gobierno.
P. ¿Cómo fue esa confusión?
R. Los abogados del Estado damos nuestra opinión jurídica. En mi caso yo dije: ‘Mira mi criterio es este’. Y el político dice que el suyo no. Y yo soy disciplinado y obediente -porque en 25 años de abogado del Estado no he desobedecido una orden, jamás he dado un problema y nadie se ha quejado de mí y en 16 años de jefe de penal, con temas complicadísimos en los que en cuanto metas media pata eres portada de periódico, no ha habido una sola noticia negativa de la abogacía-. Entonces dije: ‘Este es el criterio técnico y esto debe ser así. Yo he visto la instrucción del ‘procés’, no hablo de referencia porque la he hecho yo, yo sé lo que hay ahí. Yo he visto los hechos’. Y te insisten: ‘Es que estos hechos a mí no me gustan’. Y yo dije que vale, que cambiaba los hechos, que quitaba los que no les gustaran pero que no lo iba a firmar. ‘No me hagas comulgar con ruedas de molino. No hagas que mi nombre esté debajo de un escrito en el que no se dice toda la verdad’. Porque como en los juramentos americanos, la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Pues en la acusación de la abogacía del Estado no se dice toda la verdad.
P. ¿Por quitar las alusiones a la violencia?
R. Por quitar todos esos episodios que están en el escrito de la fiscalía y no en el de la abogacía. Algún periódico los comparó y es fácil de hacer.
P. ¿Fue Carmen Calvo quien ordenó que lo quitara?
R. No lo sé. En el grado jerárquico en el que yo estaba no te dicen si fue la ministra, la vicepresidenta del Gobierno… no te lo dicen. Además, con estas explosiones mediáticas te crean una figura como si yo entonces mandara más de lo que mandaba. Yo era el jefe de penal, pero por encima de mí estaba un subdirector, encima estaba la abogada general del Estado, la ministra, la vicepresidenta, el presidente… En todas las veces que he trabajado en estos asuntos no eres un soldado raso, debes poder aportar tu criterio técnico para que el político adopte la decisión correcta, pero esos entresijos no te llegan. Si contara eso sería muy imprudente.
P. Pero algo le habrá llegado.
R. Los chismes de la Administración, pero son chismes, hipótesis. El que te lo cuenta lo está imaginando.
P. ¿Le dijeron que era por la negociación con los independentistas?
R. Se estaba tramitando la ley de presupuestos, yo estaba en la instrucción dando caña y parece obvio pero a mí no me lo dicen, nadie me llama y me dice: ‘Afloja que estamos negociando los presupuestos’.
Ahora sé lo que es el castigo. Nos creemos que estamos preparados para todo pero los castigos luego duelen mucho y te vienes abajo
P. Si no hay condena por rebelión, que es una posibilidad, el Gobierno dirá que tenía razón.
R. Bien, vale. ¿Y qué pasará con la redacción de los hechos probados de la sentencia? Nos fijamos en el resultado: esto será rebelión, sedición, conspiración, lo que sea, pero vamos a ver los hechos probados. ¿Esto fue una fiesta popular o fue una cosa un poquito más seria? Esto es al final lo que da la sensación en la redacción de los hechos probados, que fue fiesta popular, muy alegre, con familias y que al final se fue de las manos y hubo algunos disturbios porque, claro, salió mucha gente a la calle y siempre hay algún elemento descontrolado. Y solo quiero referirme a ese momento del escrito porque no quiero hablar del juicio.
P. Pero la abogacía del Estado debe responder ante el Gobierno, el Gobierno es el dueño de la acción. Los políticos dicen que llevado al extremo ellos no podrían gobernar porque mandan los altos funcionarios y ellos no tienen margen, que un informe contrario de la Abogacía condiciona mucho.
R. Los informes de la Abogacía en general no son preceptivos y todos son no vinculantes. La Abogacía debe responder ante los ciudadanos, que son los que le pagan el sueldo. ¿Quién debe responder al Gobierno? Los gabineteros. Un ministro tiene su gabinete, gente de su confianza que le dice que muy bien, que es el más guapo y más inteligente y que nunca le dice que algo no se puede hacer. Pero un cuerpo técnico, como la Abogacía del Estado, como los inspectores de Hacienda, como los administradores civiles, porque hay muchos cuerpos superiores, no debe actuar así. ¿Cómo se hacen las carreteras? ¿Las hace el ministro o los ingenieros del ministerio?
P. Muchas veces el ministro señala un mapa y dice lo que quiere.
R. Pues eso, te dicen que hay que pasar por una carretera por determinado pueblo porque entonces le van a votar. ¿Pero eso está bien o está mal? Está mal porque a veces el ingeniero dice que va a salir más barata si el trazado va por otro sitio.
P. Antes que Ciudadanos le llamaron de despachos privados. ¿No le tentó el dinero?
R. Me llamaron de despachos pero me quedé tranquilo en mi plaza haciendo contencioso tributario. Mi perspectiva vital era volver al departamento de penal, esperar a las elecciones y ver si cambiaban las personas y este horrible escenario en el que está la Abogacía y el Ministerio de Justicia. A mí no me tienta el dinero. Si no, no estaría en este proyecto.
P. ¿Horrible escenario?
R. Hay un clima de miedo. Si con 25 años de trabajo y tras haber sido ocho años presidente de la asociación de abogados del Estado, con un nombre respetado en el derecho penal español, me hacen esto… ¿qué pensará un funcionario cualquiera al que el jefe le dice ‘me vas a decir esto’?. ¿O si no, qué? Eso hay que cambiarlo. Eso no puede seguir así. No lo hemos acometido porque no hemos tenido el problema pero ahora lo tenemos. No puedes trabajar pensando que te van a cesar si no dices lo que quiere tu superior.
P. ¿Nunca le daban órdenes antes? En un artículo que publicó en El Confidencial contestando a Gerard Piqué dijo que Marta Silva, abogada general del Estado con el PP, no le preguntaba por los futbolistas que había acusado de delito fiscal.
R. Ese artículo lo escribí de forma espontánea. España acababa de ganar un partido de fútbol importante, creo que contra Francia, y yo estaba muy contento porque habíamos jugado magnífico. Por la mañana estaba haciendo deporte en la cocina cuando escuché las declaraciones de Piqué [dijo que la acusación contra Messi por delito fiscal estaba dirigida desde el Gobierno]. Y pensé que a quién se le puede ocurrir que un funcionario, o incluso el presidente del Gobierno, puede mandar una inspección de Hacienda contra un ciudadano porque le cae mal. No somos un país bananero. Estamos organizados, hay procedimientos y se deberían respetar aunque a veces como en mi caso no se llevan bien.
P. ¿Con la Gürtel tampoco le llamaron? Hubo un ministro muy alarmado cuando una mañana leyó en prensa que la abogacía del Estado daba por acreditada la caja B del PP.
R. Pues a mí no me llamó. Ese escrito lo preparé en unas vacaciones de una forma un poco penosa, porque a los jueces les gusta irse de vacaciones habiendo lanzado el trámite de la acusación. Consulté el escrito con mi subdirector, llegamos al criterio de lo que había que decir y no me llamó nadie y fui a juicio y pasó lo que pasó.
P. Cospedal, Sáenz de Santamaría, Arias Cañete, Martínez Almeida… muchos abogados del Estado en política.
R. Yo creo que todos los abogados del Estado tenemos voluntad de servicio público.
P. Casi ninguno de izquierdas.
R. Pocos, aunque alguno hay. Y como el PP cada vez es más de derechas diría que en el cuerpo de abogados del Estado cada vez veo más gente de Ciudadanos, no serán de izquierdas pero sí moderados y pragmáticos, no de resolver los problemas con dogmas, con ideas preconcebidas o criterios cuasireligiosos, sino con soluciones. Los abogados del Estado somos lo primero abogados y después del Estado. Pesa sobre nosotros el criterio de juristas que resuelven problemas, somos posibilistas pero trabajamos en defensa del interés general y ese es un perfil de un partido muy de centro.
No comparto ninguno de los valores de Vox ni de sus ideales y con los últimos fichajes que están teniendo ya no disimulan nada
P. ¿Alguna vez ha calculado cuánto habrá negociado para el Estado en conformidades por delito fiscal?
R. Me da vértigo pensarlo. La mayor fue de una sola vez 284 millones de euros para el erario público.
P. ¿Y le apetece ir al Congreso? Pensé que podría acabar en un Gobierno de Ciudadanos pero si no llega al Gobierno, siendo sinceros, puede ser un poco aburrido.
R. Bueno, haces leyes. Los juristas, los que tenemos que aplicar el derecho, siempre nos estamos quejando de lo mal hechas que están las leyes, de los gazapos que se cuelan. Meter la pluma en las leyes me parece interesante. Y luego está ese momento tan bonito de negociar políticamente una ley con un grupo y con otro. Si lo peor que me puede pasar es quedarme de diputado en el Congreso para mí es una maravilla porque nunca había aspirado a ello.
P. Igual tiene que negociar con Vox.
R. Pues negociaré con Vox, cuando hay que negociar hay que negociar.
P. ¿No le supone un problema?
R. Sinceramente no. Me he pasado la instrucción de la causa sentado en el banco de la acusación con los de Vox. No comparto ninguno de sus valores ni de sus ideales y con los últimos fichajes que están teniendo ya no disimulan nada. Antes podíamos tener la duda de si miraban a un modelo norteamericano estilo Donald Trump pero con los últimos fichajes…
P. ¿Se refiere a los militares que han apoyado a Franco?
R. Sí, parece que se han quitado la careta. ¿Tendré que hablar con ellos? Pues bueno, también con Podemos y tampoco comparto valores con ellos. Pero en democracia hay que hablar con todos.
P. Cuando se constituyan las Cortes se va a cruzar con Dolores Delgado y con Rafael Catalá, sus últimos ministros.
R. Pues les saludaré. A Lola le daré dos besos y a Rafa le daré la mano. Rafael Catalá fue secretario de Estado de Justicia en 2003. Yo estaba entonces como puro peón sin capacidad directiva en las ilegalizaciones de los batasunos, los partidos políticos vascos, y nos caímos bien y siempre hemos tenido una relación muy cordial.
P. ¿Con Dolores Delgado ha vuelto a hablar?
R. No, no. No me ha llamado nadie y está bien.