ABC 18/10/14
IGNACIO CAMACHO
· El núcleo duro de UPyD ha ejecutado la purga de Sosa Wagner con sumarísimos métodos de aparatchiks
UNA de las peores cosas que le pueden ocurrir a un partido pequeño y nuevo es asimilar demasiado pronto los vicios de los grandes y antiguos. Eso es lo que le está pasando a UPyD, que clona tics propios de aparato antes de haberse desarrollado por la base. El asunto no sería muy grave, apenas un gaje propio de la política, si no fuese porque la organización de Rosa Díez viene basando su discurso en la voluntad renovadora de los comportamientos políticos convencionales y en la sensata denuncia del abuso partitocrático. La aparición prematura de síntomas de endogamia y de personalismo compromete su esperanzador prestigio en un momento crítico, cuando la aparición de un populismo radical, extremista y demagógico amenaza la necesaria consolidación de fuerzas moderadas y de lo que se ha dado en llamar «reformismo con corbata».
La purga del europortavoz Sosa Wagner podrá basarse en motivos más o menos razonables pero ha sido ejecutada con sumarísimos métodos de
aparatchiks. Sosa, culpable de haber abierto en público un debate que discurre desde hace tiempo en el electorado potencial del partido –el de la convergencia con Ciudadanos–, se había situado él solo fuera de la disciplina del grupo; sin embargo la respuesta de la dirección, revocando su cargo con una drástica cláusula adhominem en el reglamento interno, ha sido de una fulminante contundencia ejecutiva, bien poco diferente de la que habría aplicado a cualquier disidencia un Álvarez Cascos o un Blanco. La sensación que la tajante maniobra deja en la opinión pública es la de un golpe de autoridad idéntico a los que aplican los grandes dinosaurios orgánicos. Y refuerza la creciente sospecha de que el núcleo duro de UPyD ha decidido hacer frente a sus problemas internos con las expeditivas maneras de la vieja política. Quizá no haya otras más eficaces pero eso conviene pensarlo antes de cuestionarlas.