Bieito Rubido-El Debate
  • La catadura moral de un gobernante se mide por las personas de las que se rodea. La mediocridad de los actuales ministros, muchos de los cuales no tendrían empleo en una empresa convencional, habla bien a las claras de la decadencia que vive hoy la política española

Solía decir Alfredo Pérez Rubalcaba que gobernar España es muy complicado. No seré yo quien diga lo contrario. Es más, yo voy más lejos: es muy complicado y requiere que se dediquen a ello los mejores. Al fin y al cabo, es el mejor de los patrimonios comunes que poseemos los ciudadanos de a pie. Por eso, no entiendo la incapacidad que ha demostrado Sánchez para reclutar a ministros bien formados. Adolfo Suárez logró formar gobiernos de primerísimo nivel, a pesar de que entonces les llamaban ‘penenes’ (profesores no numerarios). Felipe González sentó en la mesa del Consejo de Ministros a una joven aristocracia de su partido. Lo mismo hicieron el resto de los presidentes. Zapatero, eso sí, ya asomó un poco la patita y buscaba ministros glamurosos, según él. Glamurosos para que le gustasen a Almodóvar. Tenemos claro que con Zapatero comenzó la decadencia.

Ronald Reagan decía que solo quería en su gabinete a ministros –ellos les llaman secretarios, como Felipe II– que fuesen más listos y brillantes que él. Eso solo se hace desde la seguridad en uno mismo, pero no cabe duda de que ese es un rasgo que habla bien a las claras de la personalidad de un dirigente. Tus amigos, tu pareja, tu entorno, tus colaboradores, hablan de ti. Hasta la secretaria personal, si es amable o borde, dice mucho de su jefe. Alguien elaboró una teoría, aunque no he logrado documentarla adecuadamente, titulada El espejo de Dios. Según esa teoría, en las organizaciones piramidales, sus miembros miran hacia arriba e imitan, a veces a través de un espejo deformado como los del Callejón del Gato, el comportamiento de su jefe, y suelen evolucionar al esperpento cuando el jefe es un mediocre presuntuoso.

Estos días asistimos a detenciones, registros y escándalos sexuales en el entorno y el núcleo del PSOE. Nunca un Gobierno se había deslizado tanto por la decadencia del delito, la corrupción y el abuso a las mujeres. No voy a decir que eso obedezca a una imitación de su líder supremo. No llegaré a tanto. Sí puedo decir, sin embargo, que el responsable último de Ábalos, Santos Cerdán, Álvaro García Ortiz, Paco Salazar, Vicente Fernández, Leire Díez, María Jesús Montero, Óscar Puente, Yolanda Díaz y sus galimatías… y todos los que asombran a los españoles con su esperpento, son responsabilidad de Pedro Sánchez. La autoridad se delega, la responsabilidad no.

La catadura moral de un gobernante se mide por las personas de las que se rodea. La mediocridad de los actuales ministros, muchos de los cuales no tendrían empleo en una empresa convencional, habla bien a las claras de la decadencia que vive hoy la política española. Ya me gustaría estar escribiendo lo contrario. Yo aspiro al gobierno de los mejores. Deseo que España sea un país de gobernantes honrados, comprometidos, patriotas. Desgraciadamente no es así. Sánchez es el culpable de todo eso, aunque ahora diga que todos ellos eran unos desconocidos para él. Ni siquiera es leal con ellos.