Inés P. Chávarri-El Confidencial

  • El miedo a un cisma obliga a la izquierda ‘abertzale’ a un juego de equilibrios entre el pragmatismo y los guiños al pasado

“El pasado sigue siendo un lastre” para Sortu, defiende Rafael Leonisio, doctor en Ciencias Políticas por la UPV y profesor de la UNED especializado en terrorismo. Sostiene que mientras el Sinn Féin “sí ha sabido desligarse del pasado y abrir una nueva etapa”, este es un escenario por el que todavía no ha terminado de transitar la izquierda ‘abertzale’. “McDonald es una líder postconflicto y esa figura en el País Vasco no se ha dado”. Arnaldo Otegi es un buen ejemplo de ello, coordinador de EH Bildu, comenzó a militar en ETA con 19 años para luego ser el rostro de Batasuna. Los procesos que siguieron el IRA y la banda vasca para abandonar la violencia, disolverse, así como las causas de su origen no son ni mucho menos miméticos. De hecho, entre una y otra realidad abundan las diferencias, al igual que en el camino recorrido por sus respectivos brazos políticos y líderes, pero si en algunos momentos Batasuna se asomó al espejo irlandés, por ejemplo, para intentar alumbrar una versión propia de los Acuerdos de Viernes Santo, en esta ocasión ha decidido mirar para otro lado.

Los motivos son múltiples. Leonisio apunta, entre otros, a un juego de equilibrios para contentar a un sector crítico con el pragmatismo que en los últimos tiempos ha abanderado EH Bildu permitiendo la investidura de Pedro Sánchez y pactando los Presupuestos Generales del Estado. El debate de la ponencia política en el marco del congreso que Sortu lleva celebrando desde hace casi un año y que concluirá este sábado con el nombramiento de la nueva ejecutiva evidenció ese cisma. Joseba Álvarez, miembro de la mesa nacional de Batasuna y uno de los nombres históricos de la izquierda ‘abertzale’, lideró la presentación de una enmienda a la totalidad, y aunque fue descartada, recibió un 20% de apoyos, un porcentaje nada despreciable. El texto cuestionaba expresamente los acuerdos con el Gobierno central y el Ejecutivo navarro, liderado por la socialista María Chivite. 

La ponencia alternativa, bajo el título de ‘Lurrari lotuz’, apuntaba que, si bien esas estrategias posibilistas desplegadas por EH Bildu podrían justificarse desde una perspectiva táctica, “desde el punto de vista del proceso de liberación, estos vínculos nos han instalado en cierta parálisis”. Y denunciaba que el movimiento en favor de la independencia en el País Vasco se está “debilitando”. También la línea oficial de Sortu, en su ponencia, reconocía una pérdida de cierta “pulsión nacionalista”, de ahí el compromiso de la nueva ejecutiva de volver a enarbolar la bandera de la independencia, de “plantear un nuevo salto, de avanzar hacia lo que siempre ha sido nuestro objetivo histórico”, explican fuentes de la formación, es decir, la constitución de una república socialista.

Sin embargo, varios analistas conceden que en parte la inclusión de Pla, sin delitos de sangre, en la cúpula de Sortu, un referente, una cara reconocible, responde en parte al juego de equilibrios para evitar cualquier tipo de división y, sobre todo, la escisión y creación de una nueva fuerza. Una lectura que rechazan desde la formación.

«Es el argumento que exponen muchas víctimas» 

Es un tira y afloja. Marcado también por los presos de la banda, una cuestión no resulta para la izquierda ‘abertzale’. EH Bildu descartó la amnistía, pero maniobra y trabaja para facilitar la salida de la cárcel de los reclusos a través de permisos y beneficios penitenciarios. Es un peso que lastra y sujeto también a juegos de malabares. Si a principios de diciembre el colectivos de presos pidió que no se celebrasen más ‘ongietorris’, la disidencia retaba el pasado 24 de diciembre a la línea oficial con un recibimiento público en Pamplona al etarra Ignacio Etxeberria Martín, alias Mortadelo. Sortu se desmarcó del acto, pero justo un día antes, miembros del partido, concentrados a las puertas de los juzgados de San Sebastián, rompían a aplaudir la llegada de Mikel Antza, citado a declarar por presuntamente haber tomado parte en la decisión de asesinar a Gregorio Ordóñez. 

“Es el argumento que exponen muchas víctimas, que las palabras están muy bien, pero que lo que cuentan son los hechos. Y si tu vas a apoyar a un exjefe de ETA a las puertas de un juzgado porque tiene que declarar, es que sigues apoyando aquello”, reflexiona Leoniso.

El techo de cristal

Coinciden algunos analistas en que un cambio en la estrategia de EH Bildu “podría elevar su techo electoral”, le pondría en disposición de intentar cerrar un tripartito de izquierdas en Euskadi con el PSE y Podemos. La normalización plena. Sin embargo, “también podría sufrir fugas por otro lado, alimentar una escisión, vendría a ser como una especie de muletilla del Bildu cobarde”, reflexiona el profesor de la UNED, que además destaca otra serie de diferencias con lo vivido por el Sinn Féin en Irlanda –el partido por cierto podría convertirse el próximo mes de mayo en la fuerza más votada también en Irlanda del norte-. 

Otro factor que juega a favor del caso irlandés es el tiempo. El IRA abordó mucho antes el proceso de paz, en 1998, y el relevo generacional ha beneficiado a Mary Lou McDonald. “Los años pasan y la gente olvida o los jóvenes ni siquiera tienen que recordar. A veces solo es cuestión de tiempo, podrá haber vínculos con una violencia remota, pero será como pudo ser el PSOE en la Segunda República”, remarca el politólogo. A esa lejanía se ha sumado un discurso con promesas de carácter social, con guiños a las mujeres y a los jóvenes, mientras el compromiso de la celebración de un referéndum en un plazo máximo de cinco años sobre la unificación de Irlanda ha quedado olvidado en un cajón. Pragmatismo frente a nacionalismo.

Además, otra baza a favor del Sinn Féin y con la que la izquierda ‘abertzale’ nunca podrá jugar en el País Vasco es la historia. El partido irlandés se fundó en 1905, es previo a la aparición del IRA y, de hecho, de él nacieron el Fianna Fáil y el Fine Gael, las dos fuerzas que hasta ahora habían dominado el panorama político del país, “por tanto, que llegue a ser la primera fuerza no es tan raro. Por el peso histórico, realmente tiene más similitudes con el PNV. Ya hace más de 10 años del fin del terrorismo y EH Bildu no ha conseguido romper su techo de cristal. En 2011, con la legalización ronda los 250.000 votos, frente a los 150.000 aproximadamente en los que se movía Batasuna, pero una vez alcanzada esa cifra no ha conseguido sobrepasarla y está a 100.000 votos del PNV”.